Capítulo 23: La intuición de un idiota.

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El precio de la venganza. Capítulo 23: La intuición de un idiota.

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Joel hizo espacio para que Johann saliese de la cocina cuando éste se disculpó jurando haber oído a Jimmy llamarle. Los tres sabían que no era cierto, hacía horas que Jimmy se había dormido y de él lo único audible eran sus ronquidos.
Sonriendo, Joel se adentró en la cocina, cerrando la puerta tras de sí para que Johann no les oyese hablar. Marcus ya tenía los tres cafés listos, pero no sé movió, imaginando la charla que vendría. Apoyó la cadera contra la encimera donde reposaban los cafés, y con los brazos cruzados sobre el pecho, aguardó.

— No deberías hacer eso, Marc. Casi consigues que me dé pena. Casi. —empezó Joel, apoyando esta vez la espalda contra la puerta. Por la sonrisa ladina y el tono divertido que había usado, Marcus dudó mucho que realmente sintiese pena por el rubio. De hecho, estaba seguro que Joel se había contenido para no entrar antes a la cocina y reírse frente a Johann.

— No he hecho nada, él estaba en medio.

— Ya, claro... No voy a compararlo con un niñato inexperto de catorce o quince años, pero es bastante inocentón para algunas cosas... Otra de esas escenitas, y le provocarás un ataque —se mofó—. Ya sabes que le atraes, ¿no? ¿Es que te apetece jugar un poco con él? Me sorprendes, Marcus, no conocía esa parte tuya...

El semblante de Marcus se hallaba serio, impertérrito ante las palabras de Joel. Descruzó ambos brazos y apoyándolos sobre la encimera, echó ambos hombros hacia delante. Joel lo supo, estaba nervioso, aunque no conseguía discernir la causa exacta.

— ¿Vas a decirme ya qué pretendías invitando a Johann y a sus amiguitos a tu casa? —Joel tuvo que abstenerse de corregirlo y decirle a Marcus que no era su casa, sino la de ambos, que el momento en el que le había propuesto vivir juntos y él había aceptado, había pasado a ser la casa de ambos. Pero Marcus siguió hablando, y Joel prefirió dejar esa pequeña discusión para una futura conversación— Porque te conozco, y además, no es ningún secreto que ni Johann te cae bien, ni tú le caes a él. Algo tramas, y lo siento, pero no me trago que todo este circo sea por gratitud hacia él.

Joel ladeó la cabeza mirando a Marcus, y para este no pasó desapercibido el detalle de que la acostumbrada sonrisa ladina en el rostro del castaño ya no estaba.

— Es gracioso cómo me pides explicaciones, pero tú nunca las das. —murmuró. Su voz no sonaba resentida, sin embargo, era la primera vez que Marcus lo veía de esa manera, y podía decir que habían sido muchas las distintas formas de las que le había visto—. Y yo tampoco soy estúpido del todo, ¿sabes? El día que te llevé a la universidad para echar la matrícula, cuando me preguntaste por Johann y Erika. —Marcus apretó la mandíbula y el gesto solo consiguió que Joel estuviese más seguro de sus sospechas—. Ya sabías quienes eran. —afirmó con seguridad.

La tensión se apoderó de la cocina, se filtró por debajo de la puerta y por las ventanas, trepó por las piernas de ambos y arraigó en sus hombros. Joel sabía que había metido la pata hasta el fondo, que no debería de haberle dicho aquellas cosas a Marcus, y tuvo la creciente sensación de que a partir de ese momento, su relación con él no volvería a ser la misma, que él, su Marc, el mismo Marc al que solo él sabía descifrar —o eso había creído siempre—, empezaría a tratarlo como al resto de personas. Y aunque su rostro no lo demostró, en lo más profundo de sí mismo se aterró, porque no estaba preparado para ser otra persona más en la vida de Marcus. Quería ser la persona, aunque ello conllevase vivir en la completa ignorancia.
La mirada de Marcus se hallaba perdida tras su espalda, fija en la puerta durante unos minutos que se hicieron eternos y durante los cuales ninguno de los dos se atrevió a decir nada.

— Deberías dejar de ver tantas series policíacas y de imaginar estupideces. —Marcus cogió dos de los tres cafés y Joel tuvo que apartarse para que, con dificultad, pudiese abrir la puerta.— Coge tu café.

Y Joel le hizo caso. Cogió el único café que todavía reposaba sobre la encimera y se encaminó fuera de la cocina, hacia el salón, siguiendo los pasos de Marcus, con la vista fija en su espalda como tantas otras veces.

—•—

Marcus lo supo en el mismo instante que lo vio. Su tez ligeramente morena pero sin llegar a ser excesiva; el cabello rubio, de ese tipo de rubio tan dorado que, con los rayos del sol, brillaba, con algunos mechones más oscuros que otros; las facciones masculinas de su rostro... y sus ojos. Cómo olvidar ese azul frío.
Eberhard.
Sí, lo supo mucho antes si quiera de que Joel lo dijera. El chico era la viva imagen de Eberhard, pero mucho más joven, y no tan alto como lo era el juez. Tampoco le había costado mucho deducir que la chica a su lado era también estirpe de ese hombre.
Pero ahora, casi dos meses después, Johann ya no le parecía tan idéntico a su progenitor. Es más, Johann, en su opinión, no podía ser más distinto a él.
Era como comparar a dos especies completamente distintas la una de la otra.

Cuando la última película terminó, ya había amanecido. Joel insistió a Johann para que él y Jimmy se quedasen a dormir, pero Johann debió de notar la tensión entre ambos compañeros de piso, porque casi despertó a su amigo zarandeándolo. Tras tres insistencias del castaño y otras tres negativas del alemán, Johann y Jimmy salieron del apartamento.

Joel suspiró al verse de nuevo a solas con Marcus. Adoraba estarlo, pero justo en ese momento sentía que el más mínimo paso en falso con él sería el estallido de una guerra fría. Era como estar en mitad de un campo minado; ya había pisado una mina y eso había sido fatal, no pisaría otra si podía evitarlo.
Pero si algo caracteriza al ser humano es el ser el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, y Joel era por desgracia demasiado humano.

— Marc, sobre lo de antes...

— Vámonos a dormir, Joel.

Joel calló y asintió tragándose todo aquello que pugnaba por salir. Creyó, inocente de él, que Marcus y él solucionarían sus problemas como siempre, como mejor sabían hacer. Creyó que harían el amor aún con el cansancio y el sol observando. Pero Marcus no lo siguió a su habitación, sino que se dirigió a la suya propia por primera vez en casi dos meses. Y Joel se quedó allí, observando la puerta cerrada como si fuera un abismo insalvable entre ambos. Y quizá lo era.

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Debo decir que este capítulo no ha sido así de corto (porque reconozco que ha sido taaaan corto que hasta me molesta) por falta de inspiración, sino porque todo lo que en él quería incluir ya lo está. Aunque en él no suceden demasiadas cosas, sí un par bastante importantes, y alargar el capítulo solo por capricho les habría quitado importancia.
No he tardado tanto en actualizar esta vez, ¿eh?

El precio de la venganza [EN CORRECCIÓN] [Homoerótico/Gay/Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora