1. La fuerza del amor

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El amor es una fuerza extraordinaria que nos lleva a actuar de formas inesperadas. Las mayores locuras del hombre fueron cometidas por un solo sentimiento, un sentimiento que a comparación de las grandes obras del mundo queda muy pequeño. Las mayores locuras del hombre fueron cometidas por amor. O por lo menos ese es mi caso. Quién no arriesgaría todo por la persona que ama. Porque no importa qué, sin esa persona no se puede vivir. Si esa persona dejara de existir solo por segundos, minutos, años o incluso para siempre, dejaría como rastro un enorme vacío en el corazón. Y eso es lo que sentí.

Soy una de los pocos que puede decir que vivió el maravilloso sentimiento de enamorarse a la edad de diez años. Ella lo era todo para mí. La primera vez que entró en el salón de clases llevaba su melena dorada recogida en una colita alta. La luz que ingresaba por la ventana se posaba sobre su tez blanca como la nieve. Tenía el rostro de un ángel, con unos grandes ojos azules, azules como el más bello mar, unos ojos que desbordaban honestidad, dulzura, e inocencia. Desde ese día, hace ya varios años atrás supe que era la indicada, que era para mí, era quien podría sanar mi corazón y llenar el vacío que una racha de años dolorosos había abierto en él.

Pero así, como el conocerla fue el mejor día de mi vida, el perderla fue el peor, el más devastador, doloroso y oscuro. Aun lo recuerdo perfectamente. El año escolar estaba finalizando. Ese día me sentía mal, por lo que no había asistido a la escuela. Desde que la había conocido, hacía casi un año en ese momento, la había acompañado sin falta hasta su casa. Sintiéndome culpable por no haber ido a acompañarla ese día, me quede observando por la ventana hasta que llegara e ingresara por la puerta de madera que pertenecía a la casa frente a la mía. Sí, ella era mi vecina.

Ese día, era un soleado día de primavera, el verano estaba próximo, aún recuerdo su sonrisa al verme observándola por la ventana. Llevaba su largo cabello suelto, radiante con el reflejo del sol. La saludé con mi mano y ella me imitó.

Luego todo pasó muy rápido, un auto, un hombre, un grito, su grito; pánico llenaba cada célula de mi cuerpo, corría por mis venas, tan frío y tan paralizante como veneno. Un auto negro de vidrios polarizados se había detenido frente a su casa, y un hombre de contextura grande, cuya cara no pude llegar a ver, pasó como un rayo atrapándola por sorpresa. La arrastró hacia su auto, mientras ella se retorcía intentando liberarse. El hombre sacó un cuchillo y rasgó un lado de su garganta, un grito desgarrador llegó a mis oídos, desatando una oleada de pánico imparable. Me paralicé, mis músculos estaban congelados, mi cuerpo no obedecía las órdenes de mi cerebro. El hombre metió a Emily, mi ángel, al automóvil y aceleró, perdiéndose en el horizonte de la carretera.

No me moví hasta que mi madre entró a mi habitación. Me llamó varias veces, pero no contesté, el pánico inundaba su voz mientras se acercaba a mí. Lo único que recuerdo es el sonido de su voz llamándome hasta que volví en mí.

Pero eso fue hace ya siete años atrás. Las fuerzas policiales investigaron el caso del secuestro de Emily durante cuatro años, hasta que lo dieron por perdido. Y seguramente allí está el caso, archivado en uno de los estantes empolvados de la policía. El tiempo pasó y no hay un día que pase sin pensar en ella, si el destino nos unió una vez debe permitir nuestro reencuentro.

Mi madre ha insistido por años en que siga adelante, que lo supere, y que deje al tiempo cerrar la herida de mi corazón. Pero ella no lo entiende, es imposible que alguna vez la olvide, sus ojos, su sonrisa, su cabello, la forma en que me miraba quedó grabada en mi memoria para siempre, y todo su ser quedó grabado a fuego en mi corazón. No iba a dejar de pelear, pero cuando el tiempo pasa y no obtienes nada, ni una pizca de esperanza, la fe se vuelve cada vez más frágil, más débil. Solo necesitaba una señal, una simple señal que me permitiera mantener la esperanza.

Y así fue...

Era un día lluvioso en Nueva York. Las gotas empapaban mi cabello y ropas mientras caminaba con la cabeza gacha por Central Park. No llevaba paraguas. Estaba inmerso en la música que sonaba a través de mi Ipod cuando vi algo que llamó mi atención. Un trozo de papel doblado estaba tirado en el césped, cerca de un banco, este lo había protegido de la lluvia. Lo levanté mientras me dirigía al tacho pensando por qué la gente contribuía al calentamiento global tirando basura en el piso, cuando me picó la curiosidad. El papel tenía aspecto de carta, la desdoble y comencé a leer su contenido.

"                                                                                           23/04/06

Mantendré mi nombre en el anonimato por las dudas. Cuando encontré este bloc de hojas hoy me sentí aliviada, de alguna manera serviría para desahogarme. Han pasado tres días, tres horribles y tortuosos días. Me duele saber que es posible que no vuelva a ver a mi familia, a mi madre, padre, hermano, que no lo volveré a ver a él tampoco, mi príncipe de brillante armadura.

Espero poder encontrar mediante la escritura un escape de toda la cruel realidad que me toca vivir, de otra manera enloqueceré. No puedo contar mucho, es peligroso, no sé cómo él se lo podría tomar. Por lo que he decidido escribir día a día o por lo menos semanalmente, en los momentos en que él este distraído, para desahogarme. Y para no correr riesgos iré dejando estas cartas, como podríamos llamarlas, en distintos lugares. De esa forma si alguien las encuentra tal vez podría ayudarme, encontrarme y ayudarme a escapar de esta pesadilla. Es un buen plan, solo espero que funcione."

Volteé la hoja pero no decía nada más, se me heló la sangre y se erizaron los vellos de mi nunca cuando observé la letra otra vez. No podía ser, era prácticamente imposible. Me apresuré a mi casa y subí directamente a mi cuarto ignorando a mi madre en la cocina. Tomé la llave de mi escritorio y abrí el último cajón. Tomé una pequeña carta escrita en un papel rosa y con letra de una niña de diez años, efectivamente, era la misma letra. Coincidían años, fechas, letras, situaciones. Había encontrado una carta de Emily.



Caso DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora