Represalias y confusiones

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NA: Este capítulo va a ser un poco diferente, ya que Hermione también va a narrar la situación, tomando un poco más de protagonismo en la historia. 

*Este capítulo contiene escenas lemon (contenido sexual), así que leéis bajo vuestra propia responsabilidad. 

Muchas gracias por vuestro apoyo y por seguir leyendo esta historia. ¡Espero que no me odiéis demasiado por lo que he hecho! :O

Ahora, a disfrutar de un ratito de lectura :)

ooo

—A ver si lo he entendido —dijo en un susurro cargado de odio, con aquella penetrante voz, capaz de revolver a los muertos en sus tumbas —. Tú —añadió, señalándome con un huesudo y desafiante dedo—, no has tenido ni el coraje ni el valor de cumplir la tarea que te encomendé, como un mísero pusilánime... Y tú —continuó, señalando al hombre que se encontraba a mi derecha, el hombre al cual debía llamar profesor Snape—, tú tuviste que acudir en su ayuda.

Un silencio que helaba la sangre se apoderó de la habitación en la que sólo estábamos nosotros tres.
El Señor Tenebroso, sentado en un gigantesco sillón morado, nos observaba con ojos acusadores desde su posición. Snape y yo, de pie frente a él, esperábamos nuestra sentencia. ¿Qué le parecería justo? ¿Matarnos a los dos por desobedecer sus claras y contundentes órdenes? ¿Matarme sólo a mí y premiarlo a él por haber sido el que acabó con la vida de Dumbledore? Lo cierto era que, de una u otra manera, correría sangre por ese inmaculado suelo de mármol.

—¡Mírame! —gritó de repente, sobresaltándome.

Sin el coraje suficiente para levantar la vista de mis zapatos, sentí sus ojos clavados en mi pecho.

¿De dónde iba a sacar las fuerzas para mirar a aquel hombre? Sería como el condenado a muerte que decide que lo último que quiere que vean sus ojos sea a su verdugo.

¿Aquello le provocaría satisfacción? Mi miedo, el terror, el espanto que sentía en aquel momento. ¿Sería capaz de escuchar los latidos desbocados de mi corazón?

—Quisiera interpretar el hecho de que no seas capaz de mirarme como que sientes vergüenza de ti mismo —apuntó con dureza—. Dime, Draco, ¿estoy en lo cierto?

Incapaz aún de levantar la cabeza, como si el Señor Tenebroso se tratara de un basilisco que te arrebata la vida si osas mirarle a los ojos, asentí.

—Y tú, Severus, ¿es el orgullo lo que te hace mantener la compostura ante mí? —sus palabras sonaban intimidantes, amenazadoras.

—Sí, mi señor —dijo Snape a modo de respuesta.

—Así que te sientes satisfecho de tu hazaña... Cual niño engreído hurtando caramelos y saliendo impune de ello...

—Mi señor, haber acabado con Dumbledore, cumpliendo así con sus deseos, ha sido tan gratif...

—¡Silencio! —chilló, levantándose de su asiento.

El tono de su voz pasó de ser un leve murmullo a un fuerte bramido que me erizó los pelos de la nuca, haciéndome sentir un sudor frío en las palmas de las manos, agarrotadas del miedo.
Con pasos cortos y lentos se acercó a nosotros, arrastrando tras de sí una larga túnica negra.

—Mis deseos, Severus —terció, con una voz más profunda y despiadada que antes—, eran que Draco matara a Dumbledore.

Levanté la mirada al percatarme de que se había parado frente a mí, a pocos centímetros de distancia. Mis ojos llorosos se toparon con los suyos, furiosos, asesinos.

—Lloras como un miserable muggle, Malfoy. Eres igual de patético que tu padre.

A pesar de estar aterrorizado y contra todo pronóstico lógico y racional, le aguanté la mirada, ya fuera por temor a hacer un simple movimiento en falso o por la impresión que provocaba mirar directamente a esos ojos tan vacíos.

Mi estúpida GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora