"Bien. Esto es ilógico", pensé. Jamás, en toda mi vida, hubiera imaginado que podría estar besuqueándome a hurtadillas por los pasillos de Hogwarts con Draco Malfoy. A decir verdad, me había besado con Viktor Krum una vez, el famoso buscador de Quidditch. Pero fue distinto, en ese momento nos encontrábamos en una fiesta y todos los alumnos formaban parejas a la vista de todos. Teníamos permiso para recorrer los pasillos y algunos lugares del castillo durante la noche. Ninguno de los profesores, ni siquiera Filch, podría habernos dicho nada, no estábamos rompiendo las reglas. Es totalmente imposible que hubiera transigido. Aunque eso no importaba ahora, desde luego. Lo que importaba es que estaba cometiendo un acto imprudente, contra Hogwarts y contra mí misma.
¿Era posible que puediera olvidar así como así que ese chico que antes me llamaba Sangre impura y hacía que mi estómago se revolviera de furia hoy estuviera volviéndome completamente loca y que no me importara? Era descabellado, absolutamente. Pero... No podía ignorarlo, era como si mi corazón me pidiera a gritos que perdiera el control. Era una sensación de adrenalina que pocas veces había experimentado. Era como ir a la biblioteca y ver la puerta de la sección prohibida abierta, de ninguna manera podría haber hecho la vista gorda y marcharme, no sin antes echar un vistazo.
Pero aquello era distinto. Malfoy, se supone que era un cretino. Sé que en el pasado habíamos sido amigos durante un tiempo, pero después de nuestra pelea él demostró ser una criatura totalmente despreciable, llegué incluso al extremo de abofetearlo por causa de su mediocridad. Sin embargo, había algo en él, algo en la forma en que observaba, en sus ojos, que me hizo darme cuenta de lo equivocada que había estado. Sin dudas, Draco Malfoy había sido un muchacho atormentado por el elitismo de la Sangre pura y todos sus expositores. No se podía negar que estaba orgulloso de pertenecer a esa pequeña minoría y de pertenecer a la casa Slytherin, en la que habían estado todos sus antepasados, aunque me era inevitable pensar en la presión que debía haber sentido al respecto.
En los últimos días noté que había una parte de él que se ablandaba cuando estaba conmigo. Después de meditarlo un tiempo, pensé que sería apropiado tratar de entender por qué razón se acercaba a mí aun sabiendo perfectamente cuál era mi condición. Él mismo se había encargado de subrayar cada vez que era posible que yo era una Sangre impura, una Sangre sucia. Y me constaba entonces que, aunque sabía de la veracidad de sus sentimientos hacia mí, él seguía manteniendo una gran aversión por las personas de mi clase. ¿Acaso era que tenía un corazón tan noble en el fondo y no lo sabía? ¿Sería que Malfoy necesitaba de alguien como yo para entrar en razón y darse cuenta de que era absurdo y egoísta despreciar a los de otra raza? De todas maneras, me encargaría de escuchar y sugerir todas las observaciones pertinentes llegado el momento.
Anoche salimos a dar un vuelo en escoba. Al principio sentí un poco de vértigo –indudablemente el Quidditch no es para mí– pero él hizo que me relajara y que disfrutara a escalas elevadas de aquel paseo. No podría mentir y decir que cuando me llevó a su sala común me esperaba otra cosa... Los dos estábamos excitados, acalorados, y... Bueno, lo que quería decir es que Malfoy no era un chico como los demás. ¿Qué chico se arriesgaría de esa manera a llevarte a la sala común de su casa, a la cual no perteneces, a altas horas de la noche para luego salir del castillo a escondidas y llevarte a dar un vuelo en escoba? Siempre había creído que los únicos que cometían ese tipo de imprudencia éramos Harry, Ron y yo, lo cual nos ha valido un sinfín de castigos desde que llegamos a Hogwarts, y me sorprendió encontrar que Malfoy también tenía un punto donde es audaz, y donde me hace sentir avergonzadamente loca...
Y por si eso fuera poco...
—¿Qué dices?
—¿Qué? —farfullo.
—¿Que qué dices? —Ron me hablaba desde el otro lado de la sala común. Harry también estaba allí. No puede ser.
—Oh —farfullé de nuevo—. Discúlpame, Ron. ¿Podrías repetir lo último que dijiste, por favor?
ESTÁS LEYENDO
Mi estúpida Granger
Romansa¿Qué hubiera pasado aquella tormentosa noche en la mansión de los Malfoy, si su único hijo hubiera estado enamorado de aquella simple y vulgar muggle que yacía tendida en el suelo bajo la amenazante Bellatrix Lestrange? ¿Qué hubiera pasado si esa lá...