Capítulo 13 - Syria

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Syria

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Alguien la está codeando, tratando de despertarla de su sueño. Ella protesta, se limpia la comisura del labio con el dorso de su mano y cambia de lugar su cuello, acomodándose más a gusto sobre la almohada de sus brazos. Entonces esa misma persona la codea bien fuerte en las costillas, despertándola de manera brusca y provocando su ira.

—¡Maldita sea, hijo de...! —Al abrir sus ojos y erguirse en la silla, ve que toda la clase la está observando. Y el profesor está justo frente a ella. Su amiga Emilia, quien la ha estado codeando, niega con la cabeza.

Su peor pesadilla está sucediendo.

—He de suponer, señorita Schmidt , que mi clase es muy aburrida para su brillante intelecto y por eso ha estado roncando durante casi toda la clase —dice el hombre, aumentando su tono de voz, cruzado de brazos, claramente enojado—. Quizás deba tomar otro curso, más avanzado.

Muchos de sus compañeros comienzan a susurrar entre ellos y a reírse con malicia. Otros la miran con pena ante la humillación.

—No —se excusa rápido, moviendo sus manos—, no era mi intención. Verá... fue una noche muy intensa.

Todos están al tanto de lo sucedido, solo que atribuyen los daños en el edificio a un derrumbe y que la sangre encontrada es de un empleado de limpieza. Los humanos siempre se engañan, no les gusta ver el otro lado de la moneda.

—Lo fue para todos, y henos aquí: despiertos. Fuera de mi clase.

—Pero...

—Vuelva con todas sus luces o no se moleste en volver. Fuera.

Syria junta sus cosas y, en el silencio de la clase, con todos observándola, se marcha dando un portazo. Se queda en el pasillo sintiéndose humillada y rabiosa de sí misma. No debería haberse quedado despierta toda la noche, en la casa de sus abuelos.

La puerta de su clase se abre y sale Cassiel, con su mochila al hombro.

—¿Estás bien? Te ves horrible —dice acercándose a ella.

—Gracias, Cassiel. Qué tierno —responde con sarcasmo, cruzándose de brazos. Aunque aprecia que le diga la cruda verdad, sabe que debe tener una ojeras de Droopy impresionantes.

—Tuviste algo que ver con el derrumbe, ¿verdad? —Por Emilia, su amiga en común, sabe que Syria tiene un sueño muy pesado, tiene que pasar algo importante para privarse de dormir.

Syria no sabe si es correcto contarle, él no tiene nada que ver con ella ni su familia, aunque tiene que admitir que le vendría bien un oído, alguien con quien hablar de asuntos ocultos y anormales para los humanos comunes.

—No. No del todo —se atreve a decir—. No fue mi culpa, al menos.

Cassiel sonríe al estar en lo correcto y se arrima más a ella. No hay muchos estudiantes en el pasillo pero la costumbre lo obliga a bajar su voz.

—Pero sabes qué ocurrió.

Syria contiene la respiración y después de unos segundos exhala con dramatismo. No puede contenerlo, tiene que contarle a alguien lo que ocurrió anoche.

—Fue una esfinge, hieracoesfinge —aclara—, esas cosas con cuerpo de león, cabeza de halcón y alas. Entró a la oficina de un profesor que murió ayer, así que mi padre debió transformarse y matarlo. También había una humana allí. Vió todo y tuvimos que contarle sobre nosotros, hablamos durante toda la noche, por eso no he dormido. ¿Algunas vez has intentado tener una conversación con una vaca? Te aseguro que la vaca de mi granja entendía mejor que aquella mujer. No la culpo, de todas formas, creo que debe ser difícil enterarse que los humanos no están solos en el universo, que todos sus dioses no nos fuimos, mutamos.

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