Enero 3
2:30 am—¡Victoria! —dijo aquel muchacho, mientras cargaba su arma y la colocaba a un lado de su cuerpo, procurando no dejarla olvidada.
—¿Qué sucede? —volteó asustada, fijando sus ojos en David.
—Es hora.
—Sí. —afirmó—. Vamos Diego, tenemos que irnos. —se acercó rápido a su pequeño hermano quien se encontraba acurrucado en unas de las tantas esquinas de la habitación, ocultando en sus brazos su empapada cara a causa de las agresivas lágrimas que no dejaban de escurrirle de sus pequeños e hinchados ojos.
—¡No, yo me quedo!
—¡Diego, tenemos que irnos!
—Pero... ¡Moriremos al igual que mamá y papá lo hicieron! —el pequeño niño fijó sus ojos llorosos en ella, los cuales estaban enrojecidos debido a sus lágrimas
—Diego... —la pobre chica se había quedado sin habla. Sabia que su hermano tenía toda la razón, pero tenía que tener un poco de esperanzas si quería que ambos sobrevivieran.
—No pasará nada, mientras yo esté aquí todo estará bien —acarició la mejilla de Diego, dándole un poco de fuerzas y esperanzas.
—¡Victoria, tenemos que irnos! —dijo el pelinegro abriendo la puerta.
—¡Sí, lo siento! —corrió hacia él, no antes, haber agarrado la mano de su hermano, y mucho menos, en dejar a su querido diario.
Se encontraban dentro de la casa, el silencio y el terror los invadían, sólo se escuchaban las manijas de aquel reloj viejo que jamás le había gustado a Victoria. Su pequeño hermano se aferraba con fuerzas en el brazo de la chica, mientras David vigilaba que no hubiera una de esas cosas dentro de la casa.
—David, deberíamos subir por un poco de ropa —opinó la chica.
—Sí, buena idea —el chico se adelantó a subir las escaleras, mientras que detrás suyo venían los dos hermanos.
Victoria se apresuró a entrar a su habitación, se dirigió al primer cajón que encontró, sacando de él unas cuantas blusas y pantalones.
Rápidamente se dirigió a la habitación de su hermano para hacer lo mismo. Cuando salieron pensó que le podría dar a David unas prendas de su padre.
—Toma esto..., esto te servirá —lo miró.
—... Gracias.
—¡Diego, vámonos! —le gritó a su pequeño hermano quién aún no salía de su habitación—. ¡Diego! —la chica preocupada se acercó a tal habitación, cuando llegó, vio a su hermano mirando fijamente hacia la calle.
—¿Diego?
—Hermana... —la miró horrorizado.
—¿Qué sucede? —dirigió su vista hacia dónde miraba minutos atrás su hermano, al igual que él quedo horrorizada, no podía creer lo que veía, un escalofrío se apoderó de su espina dorsal, cada pequeño bello que poseía su piel se iba enroscando por tal escena que presenciaba, había miles, no, sería algo irónico, pero la calle estaba repleta de ésas cosas que alguna vez fueron personas.
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Diario de una sobreviviente
ContoOctubre 30 Pff, ¿por dónde empiezo? Bien, mi nombre es Victoria, y tengo un diario nuevo ¡Sí! Un diario nuevo, que gran cosa, pero bueno, sólo es un regalo de mis padres. Por el momento no tengo nada que escribir, ya que mi vida suele ser muy a...