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Junio 5, Diario de Victoria. —Hace poco, Mónica me llevó hacia la profundidad de un parque abandonado, aquel lugar me trajo recuerdos. Ese día recuerdo que el cielo desprendía unos bellos colores, pero no tardó mucho para que una nube negra los apocara.

El camino era lúgubre. No pude evitar tener miedo en aquellos momentos, pero algo lo alejo; una pequeña flor lila se podía apreciar desde lejos, me detuve por un momento, para luego caminar hacia ella. Me hinque frente a ella, contemplando al único ser vivo que habitaba en este viejo parque.

No sabía cuándo volvería a ver otra flor con vida, y cruelmente la arranqué del suelo, atesorando cada detalle de ésta. Mónica caminó hacia mí, diciéndome que teníamos que irnos, ya que la noche se estaba haciendo presente, bañando la atmósfera de un frío aire.

No pudimos encontrar un mejor lugar para pasar la noche, más que una simple choza abandona.

Últimamente, no hemos visto ningún caminante, no sé por qué, pero será mejor que no nos confiemos tanto de la situación, no por ahora.

Junio 5, por la noche. —Monica se encuentra durmiendo; envidio que pueda estar tan tranquila, en cambio yo, no puedo pegar el ojo, me desespera éste silencio, me agobia lo que pueda sorprenderme en cualquier momento.

Por ratos observo sobre el pequeño ventanal que da hacia la calle, permitiéndome observar los rincones de ésta.

Pero algo llama mi atención, y los nervios invaden todo mi cuerpo al ver a uno de ellos caminar sin rumbo alguno, el corazón se me quiere salir del pecho al notar que se acerca hacia acá.

Torpemente me arrastro hacia Mónica, la muevo con furor, pero no despierta. «¿Qué hagorápidamente busco en mis cosas el arma, pero, no la hallo, no sé dónde ha quedado... Dios, sálvame.

Diario de una sobrevivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora