xxxiii.

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mis mejillas dolían aún debido a los golpes de ayer, pero aún así reía de cada estupidez que abandonaba la boca de mis amigos, pues eran chistes malos, muy malos.
mis ojos vagaron por el pasillo y ahí estaba. los suyos conectaron con los mios y juré sentir nuestros corazones latir al unisono, volviéndose simplemente uno.

Calum; CashtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora