Capítulo 11. Pálida

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Una chica que tendría dieciséis años estaba allí, oculta entre las sombras de la mazmorra, mirando con dos destellantes ojos marrones a la castaña. Llevaba un cabello teñido de rojo y azul muy despeinado y dos pendientes en forma de calavera. Su vestimenta consistía en una túnica de color turquesa muy bonita, pero quizá un par de talles más grandes de los que le correspondían, lo cual le desestilizaba completamente la figura.

—Yo soy Pálida —se presentó, dando un paso al frente—. Líder Imperiosa del Capítulo Salem.

Hermione se levantó de inmediato, un poco intimidada.

—Yo soy Hermione Granger, Líder Imperiosa del Capítulo Hogwarts. Y ella es Cho Chang, mi secretaria.

—¿Mote? —inquirió Pálida mirando a Cho.

—Asia.

—Asia —repitió Pálida con voz lúgubre, y soltó una risotada—. Bien otorgado.

—En mi joven gestión he tomado algunas determinaciones —dijo Hermione, intentando poner la voz grave—. He eliminado los apodos. Desde ahora, las integrantes se llaman sólo por sus nombres.

Pálida sonrió ampliamente, aunque parecía más bien una mueca sarcástica. Dijo:

—Qué paradisíaca que eres, cielo. Por cierto, ¿sabes cuál es tu Habilidad?

—¿Qué? —preguntó Hermione sin entender.

—No lo sabes; estupendo. Tendré el honor de decírtelo yo misma.

—¿A qué te refieres con «habilidad»? —quiso saber Hermione.

—Todo a su debido tiempo —dijo Pálida, y se dirigió a Cho. —Asia, por favor, déjanos solas.

Ésta salió de la mazmorra, cabizbaja, y Hermione se quedó mirando a Pálida sin saber qué decir. Sin embargo, fue la recién llegada quien tomó las riendas de la conversación.

—Como bien sabes, Pelusa, he solicitado una reunión apremiante para tratar cuestiones correspondientes a la Sororidad.

—Sí, recibí tu carta —le dijo Hermione, que aun sujetaba en su mano el sobre—. De hecho, fue hace apenas un minuto. Creo que no me diste tiempo siquiera a procesarlo...

—No hay tiempo para ello —le dijo Pálida—. Anunciarse es una mera formalidad. ¿Aquí llevan a cabo las reuniones de la Sororidad? —preguntó, echando un vistazo a su alrededor.

Hermione asintió.

—Pues es un poco sombrío —opinó Pálida, y tomó asiento. Luego sacó su varita mágica, la agitó, y desaparecieron todos los jarros de cerveza—. No soporto ese olor a resaca que dejan las reuniones. En Salem es igual.

Hermione contempló a Pálida de arriba a abajo, insegura. No la conocía y no estaba segura de si le caía bien o mal. Sabía que existía una Sororidad en Salem, lejos, en Estados Unidos. Sin embargo, jamás había oído hablar de sus integrantes ni de su Líder Imperiosa. A juzgar por cómo se mostraba, parecía una chica dura, con la que era mejor no meterse. Hermione no conocía el poder que tenía, y tampoco estaba segura de querer ser su amiga. Finalmente suspiró y dijo:

—¿Deseas tomar algo?

—Un café —repuso Pálida inmediatamente.

Hermione agitó la varita. Dos humeantes tazas de expreso recién hecho se materializaron en el aire, sobre la fina mesa de roble de la mazmorra. También apareció un platito rosa con masas finas.

—Paradisíaco —suspiró Pálida, y dio un sorbo del café—. ¡Delicioso! ¿Quién es el poeta?

Hermione no comprendió.

Hermione Granger en la Sororidad de las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora