Capítulo 7. La aparición de Ella

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El alborto había logrado una peripecia insólita: hacer callar a todas las hermanas que se encontraban chillando en el interior del Claustro Central. Curiosas, aglutinadas en un corro, aparecieron en el corredor para ver qué era lo que sucedía.

Meghan se levantó del suelo con rapidez y se acomodó los cabellos, al tiempo que Hermione sacaba la varita mágica y apuntaba a la cara de Pansy, que exhibía un rostro peligrosamente manso.

—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó Dora con voz grave—. Soy la Mediadora y no debo dejar que estas cosas ocurran. Les exijo a las dos que bajen sus varitas.

Sin embargo, ni Hermione ni Pansy obedecieron. 

—Déjame marchar ahora, Parkinson —dijo Hermione con una voz cargada de ira—. Déjame marchar o te echaré una maldición.

Las hermanas intercambiaron miradas de asombro e incredulidad. ¿Estaba Pelusa, la nueva hermana, rebelándose contra la Líder Imperiosa, la Líder de Líderes? ¿Contra la hermana por excelencia?

Entonces, los candelabros que iluminaban el corredor de las mazmorras se apagaron de golpe, y todo quedó sumido en la más absoluta oscuridad. Todas empezaron a cuchichear y a chocarse entre ellas, cegadas por la negrura infinita. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, advirtieron una especie de luz brillante que bajaba la escalera.

Era la única luminosidad existente en todo el corredor de las mazmorras. Y podía apreciarse a la perfección.

El mismo rostro que presentaba en los retratos ubicados en el compartimiento exclusivo del Expreso de Hogwarts y en la contigua mazmorra ocho, donde las hermanas hacían sus reuniones y fiestas. Tenía dos penetrantes ojos celestes y dos largas cortinas de cabello negro que colgaban a los costados de su fino cuello. Y llevaba un vestido medieval de color rosa.

Era, y no cabía duda alguna, la mismísima Ella.

Las luces volvieron a encenderse, pero nadie pareció percatarse de ello porque todas estaban como hipnotizadas observando a la nueva aparición.

El ser (porque sería arriesgado llamarlo humano) no caminaba; se podría decir que flotaba unos centímetros por sobre el suelo, como si fuera una especie de fantasma; se quedó a pocos metros de las chicas y luego habló con una voz celestial, dulce, cantarina, pero al mismo tiempo gélida como un témpano de hielo y oscura como una quimera:

Mis hijas. Mis preciosas niñas.

Pansy Parkinson se apresuró a caer de rodillas al suelo y comenzó a alabarla, desesperada.

—Ella —le dijo, con la voz quebrada—. Ella, es un honor inmenso tenerla entre nosotras.

Dorada —le dijo Ella—. Hace tiempo que quería aparecerme entre vosotras...

—Hable, Mi Señora —le pidió Pansy—. Hable, diga qué es lo que precisa de nosotras, y le daré aquello que anhela con recelo...

Ella, que absorbía toda la atención, se dio media vuelta y quedó de espaldas. Habló nuevamente:

Quiero que te marches, Dorada.

—¿C-cómo dice, Mi Señora? —preguntó Pansy, convencida de que no había oído bien.

Necesito que te marches —repitió Ella, aún de espaldas—. Gracias a tu madre y a ti, la Sororidad de las Brujas se ha convertido en una entidad trivial, tan vana como tu apagado corazón. Las últimas generaciones de esta Sororidad han sido vacías de amor y de respeto al prójimo. Y eso no puede continuar.

Pansy no contestó. Seguía en el suelo en posición de alabanza, pero su rostro había adoptado una expresión de total desconcierto.

—Has hecho lo imposible por hacerte con el Liderazgo de las hermanas, Dorada —continuó aquella especie de fantasma—. Has pisado cabezas y has apuntado tu varita una y otra vez lanzando maldiciones; has trucado documentos para hacerte con el poder...

—Pero... pero, Mi Señora... Mi cuerpo y mi alma se entregan enteramente a usted. Soy suya. Soy su fiel vasalla, soy su hija.

Has deshonrado a la Sororidad de las Brujas. Ya no eres una hermana. Ya no eres mi hija.

Pero...

Márchate ahora, Pansy Parkinson. Conserva algo de tu dignidad. Hazlo.

Mi Señora, yo no soy nadie para contradecir su palabra absoluta, su sapiencia infinita sobre Todas las Cosas. Pero le pido que por favor reconsidere mi membresía.

Ahora, Ella se dio media vuelta. Con la voz como amplificada por diez megáfonos, dijo:

La Líder Indiscutible, la Líder Imperiosa, la Líder de Líderes es aquella a quien la Puerta de la Fortuna se le ha abierto recientemente. La Puerta escoge convenientemente a aquellas hermanas comprometidas, hermosas y puras de alma, que darán todo por sus hermanas. Y esa persona es Hermione Granger.

Hermione, que no se esperaba ni por asomo aquello, era de repente el blanco de todas las miradas. Nerviosa, clavó la mirada en los ojos de Ella y ambas tuvieron una conexión inexplicable durante unos segundos.

—Sangre sucia —musitó Parkinson desde el suelo—. Hija de puta...Vas a pagarlo caro...

—Ella dijo que te marcharas, Pansy —le dijo Meghan con irritación—. ¿No has oído?

Algunas asintieron con la cabeza.

—Largo —añadió Parvati.

Pansy, que tenía la cara desencajada, miró hacia un lado y otro, buscando apoyo en alguna de las chicas, pero todas voltearon la cabeza o clavaron la vista en el suelo.

—¿Dora? —preguntó.

Ésta, con el rostro marcado por la vergüenza, también fingió estar observando la pared.

Finalmente, tras unos segundos de vacilación y humillación, Pansy Parkinson se levantó del suelo con las piernas tambaleándose y lanzó una última mirada de desprecio al resto de sus hermanas.

—Van a pagar por esto —les aseguró—. Una por una. Y sobre todo tú, Granger.

Se perdió escaleras arriba y, entonces, Ella desapareció, dejando un abrupto silencio que aplastó a todas las muchachas. Silencio que, de repente, se quebró en mil aplausos. Hermione era el centro de atención: todas querían abrazarla, felicitarla, tocarla.

Era la Líder Imperiosa.

Tras unos minutos donde la confusión fue la gran protagonista en la perturbada cabeza de Hermione, una voz grave, lo suficiente como para eclipsar el gran exalto, resonó en todo el corredor de las mazmorras.

—¿Qué significa esto?

Todas se quedaron completamente petrificadas al contemplar la imponente figura de Minerva McGonagall en lo alto de la escalera. 


Hermione Granger en la Sororidad de las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora