Capítulo 14. Profesor, estoy ciega

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Hermione estaba lo suficientemente estresada como para cancelar la reunión del sábado, pero si lo hacía todas las hermanas le saltarían al cuello. No sabía si confesarle a las demás sobre la visita de Pálida y su revelación. Finalmente decidió que no lo haría. Lo que había visto en el pensadero de Cho no era nada bueno...

Sus palabras aparecían en su mente una y otra vez: «Las brujas supremas son poderosas y tienen la opción de ser despiadadas o misericordiosas... tienes que tomar esa decisión». Estaba claro: entre esas dos opciones, la naturaleza de Hermione se inclinaba más a la misericordia. Sin embargo, en el pensadero había visto como Melanie Felton, la tata de Cho, no podía controlar toda esa rabia acumulada y explotaba, haciendo que un montón de bolas de fuego terrible cayeran por todos sitios, matando incluso a niños inocentes...

Suspiró. Se dio cuenta de que estaba sudando debido al estrés. Decidió que aquella noche se permitiría tomarse algún vaso de cerveza de manteca, bailaría un poco para distenderse y mañana ya habría tiempo de pensar en que era una suprema.

De repente, su humor cambió. Hoy no regañaría a sus hermanas; no. Hoy sería una de ellas. Se vistió con un elegante vestido de Harapos Finos y se dirigió con cautela hasta unas escaleras secundarias del colegio. Mientras descendía haciendo fuertes ruidos de tacón, oyó unos murmullos a su espalda; se volteó con la varita en alto, pero no vio nada fuera de lo común.

En la puerta de la mazmorra ocho, las hermanas ya estaban apiñadas impacientes por el comienzo de la fiesta. Cuando vieron que Hermione apareció bajando las escaleras con mucha elegancia, Reyna, la bonita chica de piel trigueña, se quedó boquiabierta y le dijo:

—Estás preciosa, Herm.

—Lo sé. Eres entrañable, Reyna —le dijo Hermione con suficiencia.

—Así hablaba Meghan, ¿lo recuerdas, Hermione? —le dijo Cho, que estaba vestida con un bello vestido naranja—. Cada día te pareces más a ella.

—Eso es mentira —dijo Hermione, dolida—. Meghan era una pésima influencia para todas ustedes, Cho. Yo soy diferente. Aunque debo reconocer que Meghan fue muy valiente.

—¿Valiente? —preguntó Lavender—. ¿Por qué lo dices?

—Bueno, tuvo la decencia de renunciar a la Sororidad —explicó Hermione—. Cuando vio que las cosas iban a ser diferentes, ella se apartó en lugar de seguir luchando por el liderazgo. Fue muy noble de su parte hacerle caso a Ella.

Todavía recordaba a la perfección aquella noche, en ese mismo vestíbulo en el que estaban ahora. Ella, la Señora a la que todas aquellas chicas le rendían culto, se había aparecido en una extraña forma holográfica. Había desterrado a Pansy Parkinson de la Sororidad y había nombrado a Hermione como única Líder, pues según sus palabras era la única hermana de corazón por allí.

A Hermione se le había abierto la Puerta de la Fortuna. Había sido la única de aquellas chicas a la que le había sucedido aquello, igual que Cho, aunque a ésta le ocurrió cuando estaba en primer año.

Unos días más tarde, cuando Hermione tuvo su primera reunión con las hermanas como Líder Imperiosa, Meghan, cuyo mote era Whisky, había renunciado.

Hermione se permitió esbozar media sonrisa. Recordaba lo desagradable que era Meghan. Sin ella, el liderazgo era sencillo.

—En fin, Hermione, te hemos estado esperando durante un cuarto de hora —suspiró Cho, sacándola de su ensimismamiento.

—Lo bueno se hace esperar, queridas. ¿Quién más falta?

—Parvati —respondió Lavender—. Ya tendría que estar aquí.

Hermione Granger en la Sororidad de las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora