Capítulo 18. Matar a Pansy

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Dobló el pergamino con cuidado, subió a su dormitorio y lo guardó en una carpeta desvencijada que usaba para llevar la cuenta de algunos temas competentes a la Sororidad. Finalmente suspiró y se fue derechito a la sala común de Ravenclaw.

El águila que funcionaba como picaporte le preguntó:

¿Qué ves si te miras en el espejo?

Irritada, la castaña repuso:

—Mi reflejo.

—Lógico —rebatió el águila— pero carente de magia —Y la dejó pasar.

Hermione no estaba para acertijos. Se paseó por la sala común buscando a Cho y la encontró leyendo unos apuntes en el mismo sillón de la última vez.

—¿Hermione? —preguntó—. Carajo, mujer; no puedes entrar aquí cuando te da la gana. ¿Acaso yo me paseo por tu sala común?

—Es urgente —susurró la muchacha—. Necesito que oficies como mi secretaria, pero esta vez en serio. Tengo que contarte algo.

—¿Qué es lo que quieres? —Cho no se mostraba dispuesta a cooperar; parecía realmente enfadada.

—Ven, vamos a un lugar más íntimo.

Salieron de la sala común y Hermione caminó sin pensar por el colegio. Al final entró a un aula por intuición y se percató de que estaban en el mismo sitio donde se había librado la batalla entre Ella y Theodore. La misma armadura, la dueña del espada que había acabado con la vida de la líder de la Sororidad, estaba contra la pared.

—¿Qué quieres? —bramó Cho de pocas pulgas.

—He estado con Ella.

—¿Qué?

Hermione le contó todo, con lujo de detalles. Al final, Cho estaba anonada.

—¿Y crees que Pansy está detrás de todo esto?

Hermione asintió y preguntó:

—¿Cómo está Lavender?

—La han trasladado a San Mungo —le dijo Cho—. Esta mañana vinieron sus padres. Madame Pomfrey dice que es probable que... que nunca vuelva a hablar.

Hermione dio una patada al suelo, exasperada, y dijo:

—Tenemos que asegurarnos de que no vuelva a ocurrir una desgracia así en la Sororidad.

Cho la miró con el miedo reflejado en sus pequeños ojos.

—¿Estás insinuando que...?

Si Pansy había resucitado a Theodore era porque ella creía en él. Si Pansy moría, no habría nadie más en el castillo que le rindiese culto. Y desaparecería. Y esas cosas horribles también dejarían de suceder.

—Cho, hay que matar a Pansy Parkinson.

—Estas de broma —dijo Cho tras una risita nerviosa—. Tiene que haber otra forma.

Hermione no respondió. La sola palabra «asesinato» le causaba un rechazo tremendo. No se concebía a sí misma como una homicida.

Las lágrimas acudieron pronto. Hasta hace apenas un par de meses era una muchacha insulsa, tildada de «sabelotodo insufrible». Su idea de un día emocionante o fuera de lo común era que en la cena sirviesen algo exótico, o que una poción no le saliese como quería. No aquello, no estar hablando con Cho Chang sobre cómo asesinar a una estudiante.

Hermione Granger en la Sororidad de las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora