Cuando la realidad toca la Puerta.

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Capítulo 8:

Cuando la realidad toca la Puerta.


La emoción y valentía que se apoderaron de mi está mañana, abandonaron mi cuerpo. Eso es lo que la entrada del hospital provoca en mi.

Camino hasta el ascensor, presionó el botón de subida y espero a que abra sus puertas.

Recordar cada gesto del castaño con el vídeo me hace sonreír como una enamorada empedernida, las cosas de la vida. Cuando sonríe ampliamente se le forman unos hoyuelos, el momento en que presencie eso sentí como si Cupido fuese lanzando una flecha directo a mi corazón, lo se, puede que este exagerando. En fin, lo importante es que tuve dos intentos de huida y Fede me freno en ambas.

El sonido del ascensor al abrir sus puertas me devolvió a la realidad, subo antes de que se cierren.

Tranquila Lucía, no es la primera vez que vienes aquí.

Si pero es la primera vez que me salto tantas veces las consultas con Pablo.

Respiro profundo, bajo yendo directo hasta el consultorio en donde tengo cita. Siento que estos pasillos me enferman, ya detesto los hospitales.  Saludo a la asistente antes de entrar a consulta.

—Hasta que la señorita decidió hacer acto de presencia— Protestó Pablo molesto.

—Lo siento— Digo con un hilo de voz, cabizbaja.

—Toma asiento— Ordena. Suspiro y hago lo que me ordeno— ¿Tan poco te importas?— Pregunta con desdén.

Eso me hizo unir las cejas, lo miro perpleja tratando de entender su actitud. Su pregunta me dejo con una sensación extraña. 

— Pablo...— Trato de continuar pero él no lo permite.
—No quiero excusas Lucia— Corta. Asiento en forma de respuesta.

Por mucho que discuta y trate de defenderme él siempre gana.

En silencio el comienza hacer exámenes de rutinas. Una que otras veces me habla sólo para darme órdenes, ponte aquí, subete allá, a regaña dientes hago todo lo que dice, de lo contrario se podrá feo para mi.

—Haz bajado dos kilos—Comenta suavizando su expresión en lo termina de pesarme— ¿Te estás tomando los medicamentos?— Interroga haciendo algunas anotaciones.

—Si.

Me observa poco convencido de lo que acabo de decir, niega en reproche siguiendo con su trabajo.

Todo iba bien, bueno dentro de lo que cuenta para mi, hasta que pregunto:

—¿Desde cuándo tienes está Mancha?— Señala la parte superior de mi brazo derecho.

—¿Qué mancha? — Frunso en ceño confundida.

Hasta donde se yo no tenía manchas en el brazo. 

—Esta— Vuelve a señalar y nota mi confusión— ¿No sabes hace cuanto salio?— Esta vez su voz fue serena alentandome a recordar.

—No— Niego tranquila.

Él se aleja pensativo. Pablo a veces es una persona muy rara.

—Tienes que desvestirte Lucía— Informa girando a donde estoy parada.

—¿Por qué?— Me quejo con fastidio. Esto será más largo de lo esperado.

— Tengo que ver si hay otras como esas— Eso fue todo lo que dijo antes de hacerme seña para que me apresurara.

Cuando Te Diga AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora