39. Crimson Deep.

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Elizabeth le había quitado el arma al señor Jacobs, luego lo dirigió hasta donde se encontraban los demás.

Isaac y yo fuimos llevados por el señor Lankaster y el joven Perkins hasta donde se encontraban todos.

-Juls, quiero preguntarte algo.
-Sí, también muero de hambre.
-¿Qué? -Me miró confundido.
-Ah ¿no era eso?
-Es sobre el beso... nuestro primer beso.
-Creo que no es momento para hablar de eso, Isaac.
-Lo sé pero... si morímos hoy deseo saber ¿que significó ese beso para ti? -Isaac se detuvo y me miró a los ojos.

Quería contestarle, decirle que también fue mi primer beso, que aunque salí corriendo destrozada había sido hermoso en el momento. Deseaba decirle que amaba sus ojos y me encantaba su forma tan torpe de ser.

-Caminen, no es momento para hablar de sus asuntos amorosos. -Lankaster empujó a Isaac.
-Señor Lankaster ¿alguna vez se ha enamorado? -Le pregunté.
-No. -Dijo él duramente. -Caminen o su historia de amor terminará mucho más antes de lo que imaginan.

Isaac lo miró furioso. Caminamos hasta llegar donde estaban todos. Los piratas estaban esparándonos. Barbossa y Jack apuntaron a Lankaster y a Perkins. Yo tomé las armas de ambos y corrí junto a Elizabeth, Isaac me siguió. El señor Jacobs estaba atado de manos en el suelo. Los marineros traidores fueron atados junto a el viejo.

-Bien, estamos completos. Es hora de irnos. -Era Jack.

Escuchamos un arma cargarse. Barbossa apuntó a Jack al rostro.

-Capitán Teague, usted conoce el camino. -Barbossa dijo mientras todos los piratas de su tripulación apuntaron a los piratas de Teague, los amigos de Jack, Isaac y yo. El monito había saltado a mi hombro. Aun llevaba el rubí pero no quiso entregármelo.

Otra vez bajo el mando de el capitán del Venganza. Seguiríamos caminando en círculos toda la tarde, con sed y con un hambre voraz. Esperaba que por lo menos ese Capitán Teague si supiera el lugar exacto.

Caminamos montaña arriba, había una vista hermosa del mar, los barcos se veían a la distancia.
Llegamos a un lugar increíble, había una cascada, caminamos cerca de ésta y entramos a una cueva, grandes paredes de rocas se levantaban hasta un lugar sin salida, ya que, al final sólo habían más rocas, creí que bajaría la temperatura al estar dentro de ella pero el calor era cada vez más intenso.

-Aquí es. -El capitán Teague dijo señalando la pared.
-Traigan el rubí. -Barbossa exigió.

Uno de los piratas de Barbossa amenazó al monito con su arma, el pequeño soltó el collar que calló en mis manos. Otro de los sucios piratas lo tomó y caminó hacia Barbossa.

Jack miraba atentó junto Elizabeth y Gibbs. Isaac estaba junto a mí, se había mantenido pendiente de mis pasos durante el camino. Barbossa fue frente a la pared de rocas y dio unos golpes a ésta.

-Roca firme. -Exclamó el pirata y miró a todos muy entusiasmado.

Pensé que Barbossa diría unas palabras e invocaría al dios de la isla pero solo presionó el rubí contra la pared. De inmediato observamos cómo la cortina de rocas se desvaneció. Estaba incrédula, todos guardamos silencio al ver la magia que existía en esa bochornosa caverna. Aunque faltaba algo. No habían rocas teñidas de carmesí.

Caminamos hasta el final y encontramos un especie de agujero. Todos observamos curiosos el gran hoyo en el suelo. Era profundo y en el fondo podíamos observar un líquido encandescente que corría lentamente.

-¿Que es...? -Pregunté.
-Lava. -Contestó Teague. Aun no sabía quién era el señor pero tenía un parecido a Jack. Eso me asustaba.
-¿Estamos debajo de un volcán? -preguntó Isaac.
-Así es. -Contestó Barbossa poniendo su espada en mi cuello. Jack tomó el sable de uno de los piratas enemigos y apuntó a Barbossa.
-No la toques.
-¿Por qué tanto interés en la mocosa, Jack?
-No más. -Dije muy irritada. -Estoy harta que cualquier hombre me tome de rehén, no quiero más pistolas ni espadas en mi cuello o cabeza.

Barbosaa bajó la espada a mi pecho.

-Oh ¿es en serio?
-Caballeros, no creen que es mejor que discutan sin armas y sin poner en riesgo la vida de Juls. -Elizabeth había hablado.
-Lo siento reina pero éste asunto no hay que discutirlo. -Exclamó Barbossa.
-¿Para qué? Si no hay rubíes. -Era Isaac.
-El mocoso de Gibbs tiene razón, porque mejor no vamos a mi Perla y brindamos con ron por nuestro viaje en vano.
-No Jack. Los rubíes están ocultos, el dios del Crimson Deep los protege y la protección se desvanece dando a cambio una alma. -Dijo Barbossa.
-¿Una alma? -Preguntó Isaac.
-Bueno ¿quien se ofrece? -Exclamó Jack mirando a los piratas. Barbossa rodó los ojos y todos se miraron. Jack tenía una sonrisa de esas que no comprendía si era su estupidez o si realmente estaba hablando en serio. -¿Nadie? -Agregó.
-No entiendo. -Dije confundida.
-Hay que hacer un sacrificio. -Exclamó Teague.
-Ah pero eso es fácil. -Dijo Jack empujando uno de los piratas de Barbossa al agujero.

Todos nos quedamos estupefactos al escuchar al hombre girtar mientras caía por el hoyo.

-Uy, lo siento. -Dijo Jack despreocupado.
-Bueno, creo que ya se hizo el sacrificio. -Era Gibbs.
-No, el ritual del sacrificio sólo sirve con una doncella. -Agregó Barbossa
-¿Qué? -dije asustada.
-No. -Isaac levantando su voz.
-Señorita Roxton, ha sido usted la escogida. -Barbossa me sonrió maléficamente.

El capitán del Venganza me tomo del brazo y me acercó al agujero, Jack apuntó ahora con una pistola a Barbossa. Sus piratas apuntaron a Jack y luego se sorprendieron al ver lo que estaba pasando a su alrededor.

-Suelta la chica.
-No, Jack. El hechizo sólo sirve con una hermosa joven doncella.
-Sí pero no mi hija. -Jack quitó el seguro del arma.
-¿Tu hija? Eso si que es una sorpresa. -Barbossa rió.
-Suéltala. -Exigió Jack.
-Jack, no volverías a asesinarme otra vez ¿o sí?
-Podrían dejar de pelear, acaso no ven lo que está sucediendo. -les dije.

Jack y Barbossa miraron lentamente hacia las rocas. Habían empezado a teñirse poco a poco de un profundo carmesí, el brillo de las rocas destellaba ante nuestros ojos, era más que hermoso, era mágico, estaba maravillada con aquello.

-Funcionó. -Musitó Jack.

Las rocas en el suelo también habían tomado el color de los rubíes, eran piedras preciosas sin tallar. Todos habían corrido a tomarlas, llenaban sacos con las pequeñas rocas carmesí. El reflejo de los rubíes que daba en los ojos de Barbossa lo decía todo.

Picaron la pared de rocas y extrajeron más, Isaac había tomado mi mano y me había llevado fuera de caverna. Tanto fue mi embelesamiento que no había notado que Jack, Elizabeth, Gibbs, el capitán Teague y su tripulación habían salido del corazón del Crimson Deep.

-¿Qué hacen aquí? ¿No llevarán rubíes? -Les pregunté emocionada.
-Debemos irnos. -Contestó Teague.
-¿Por qué? -Dije nuevamente.

En ese momento la tierra nuestros pies se movió bruscamente. El monito había corrido a mí, traía el rubí consigo, lo subí a mi hombro, luego corrí montaña abajo con los demás, era difícil correr ante el movimiento. Isaac había tropezado. Cuando él estaba en el suelo vio lo que había detrás de nosotros, yo me aproximé a él para ayudarlo pero me quedé absorta al ver aquello.

Era un volcán y estaba haciendo erupción, había una columna de humo gris y rocas encandescentes saliendo de él. Jamás había visto eso en mi vida, lo sabía por mis clases de geografía.

-Arriba Isaac. -Lo tomé del brazo y lo ayudé a ponerse en pie.

Seguimos corriendo hacia la playa. Pero escuchamos unos tiros, los hombres de Barbossa nos disparaban. Lo peor no fue eso si no que en la playa nos interceptaron el señor Jacobs y sus dos aliados. Lankaster y Perkins. Nuevamente y como ya era esperar fue a mi a quien tomaron para amenazar. El monito había saltado por el susto. Isaac se quedó aterrado viendo como Lankaster me ponía el arma al cuello. ¿De donde habían sacado más armas?

La hija de Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora