8. Querida Carolina

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-Por fin toda la familia reunida...- en ese momento, una sombra fue empujada hacia delante hasta quedar situada enfrente del hombre. Era una mujer. Tenía las muñecas atadas a la espalda dejándole grandes marcas. El cabello, despeinado y sucio, le caía por la espalda. Cuando se dio la vuelta, David reconoció el rostro de su madre. Estaba muy cambiada. Tenía grandes ojeras y la cara pálida por el sueño. Se veía una mirada desafiante en sus oscuros ojos cuando miraba al hombre.

En cuanto vio a David no pudo evitar esbozar una sonrisa resignada e instantes después, una lágrima recorrió su cara hasta bajar por su cuello.

-Lo siento...- Murmuró.

David quería abrazarla, decirle que no se preocupase, que había viajado hasta allí para salvarla y que todo iba a salir bien. Y sin embargo, se daba cuenta de que no era cierto.

-Como iba diciendo,- prosiguió el hombre.- es agradable volver a ver a la familia reunida.
-Tu ya no eres parte de nuestra familia. Dejaste de serlo hace muchos años.- Dijo desafiante la madre de David.
-Querida Carolina... siempre me gustó tu cabezonería.- De repente se puso serio.- pero ya es hora de que comprendas que ahora sois mis prisioneros y si queréis seguir con vida, deberéis hacer lo que yo os diga.
-Perdonad... pero, ¿de qué estáis hablando?- Se atrevió a preguntar David.
-No me puedo creer que le hayas ocultado la verdad a tu hijo durante 14 años. ¿No te bastó con alejarlo de su abuelo?- murmuró con ira.- ¿También tenías que mantenerlo alejado de la verdad de la que te arrepientes?
-¿Qué verdad?- David, perplejo, intentaba seguir el hilo de la conversación.

Ángeles y demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora