4. Mirada felina

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Al dia siguiente, ya más tranquilo y con las ideas claras, David se dirigió a la biblioteca municipal a investigar sobre la senda negra y la magia negra. Se detuvo frente a un edificio color beis con grandes letras hecha de madera de roble arriba formando las palabras: Biblioteca El Roble.
Entró y se dirigió al mostrador donde una señora de avanzada edad, le indicó las estanterías donde debía buscar no sin antes mirarle con desconfianza. Cuando encontró lo que buscaba, David se sentó en una gran mesa ovalada sin percatarse de que unos verdes y felinos ojos le observaban.
-Perdona, pero no creo que estos libros sean muy convenientes para tu edad.
Sobresaltado, David se dio la vuelta y vio a un hombre vestido con traje negro y pajarita que le lanzaba una mirada felina. Llevaba un auricular en la oreja y sostenía unas gafas de sol en la mano. Se podía apreciar la perfección de su cara: ni una arruga, ni un grano... nada. Su pelo estaba arreglado, muy bien peinado y olía en exceso a colonia.
-Disculpe usted, ¿qué ha dicho?
-No creo que esos libros sean adecuados para tu edad.- Repitió el hombre.- Será mejor que me lo des.
-¿Quién es usted?- David comezó a asustarse. La mirada del hombre lo atravesó, parecía penetrar en su mente. Era una mirada serena, profunda y peligrosa.
-Un viejo amigo de tu padre, por cierto, siento mucho su pérdida.
David sintió como un escalofrío subía por su columna vertebral. Él no le había contado a nadie que su padre había muerto, de hecho, su cuerpo inerte seguía tumbado en su cama cubierto por una sabana. Miró al hombre que tenía delante, este le sonrió dejando al descubierto unos blanquísimos dientes. En ese instante, David tomó una decisión. Cogiendo desprevenido al hombre, agarró el libro y salió corriendo sin preocuparse por la voz de la señora que gritaba a sus espaldas.

Ángeles y demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora