16. Una cancela plateada

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-¡Gaby!- Bramó.- Debí suponer que tramarías algo así.

-Volvemos a encontrarnos Lucifer. Pero esta vez mis intenciones son claras, vengo a llevarme al muchacho.

-¡Jamás! Hice un pacto y ahora él me pertenece.

-Podemos hacerlo por las buenas, o por las malas.- Dijo Gaby segura de sí misma.

Ambos desenvainaron sus espadas, la de ella blanca y la de él negra y se enzarzaron en una terrible pelea en la que sus armas bailaban al son de sus respectivos dueños. Ambos desplegaron sus alas y se alzaron hasta el techo. Lucifer, aprovechando un momento en el que Gaby se dio la vuelta, se impulsó batiendo sus grandes alas y la derribó al suelo dejándola inconsciente.

A continuación, se giró hacia David y le lanzó una mirada triunfante seguida de una sonora carcajada. Haciendo un último esfuerzo, Gaby consiguió alcanzar su espada y alzarse por detrás de Lucifer, propinándole una estocada en la espalda. Este, cayó de bruces al suelo.

-Esta... ¿muerto?- Preguntó David temblando.

Ella negó con la cabeza. Gaby se acercó a él y le acogió en sus brazos susurrándole palabras cariñosas al oído.

-No tardará en despertar, debemos irnos.- Se acercó hacia el cuerpo de Lucifer y le obsequió un suave beso en la frente. Luego, le pidió con una señal a David que no contase nada de lo que había visto.

David comprendió entonces, que por mucho que ángeles y demonios se odiasen, también podían llegar a amarse y por ese simple motivo, Gaby no había acabado con la vida de Lucifer.

Una cálida brisa sopló alrededor de ambos transportándolos a la ciudad de las nubes. David y Gaby anduvieron juntos hasta llegar a la cancela plateada que sellaba su entrada. A lo lejos, vio a su madre y a su padre abrazados, esperándole. Supo entonces que su hogar estaba allí, no en la Tierra.

Y a pesar de estar muerto, en esos momentos David se sintió más lleno de vida que nunca.

Ángeles y demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora