Cap.11: Me siento sola #1

41 3 0
                                    


Volví a casa. Como era de esperar, mi marido me estaba esperando en el salón-comedor.

Arturo: Hola, cariño. ¿Has venido del psicólogo, no?

Karen: ¿y a ti que te importa?

Arturo: ya veo que sigues cabreada conmigo, no volveré a ponerte los cuernos cielo, prometido- se acercó a mi y me dio un abrazo.

Karen: mira, vete a la ...- digo apartándolo.

Ya, ya no le aguanto más. Estoy harta de ese tío. Se acabó, se acabó.

Voy a la cocina y me pongo una manopla. Seguido de coger un cuchillo carnicero. Por fin le voy a dar uso, ja!

Arturo: y bien? Mejor?

Karen: Una araña, detrás tuya!

Ahora aprovecho para clavarle el cuchillo en el cuello desde delante.

He de admitir que tenía miedo de hacerlo, pero ya he acabado con esto. Se cayó al suelo, y le pongo el cuchillo en su mano para que parezca un suicidio, no están mis huellas dactilares.
Hora de actuar.

Cojo el teléfono y marco la ambulancia.

Karen: ¿Hospital? Por favor- digo fingiendo que lloro- vengan rápido, mi marido se ha clavado un cuchillo!! He vuelto de la calle y me lo he encontrado tirado en el sofá... y y... vale... Calle Kapiro, puerta 21... Gracias, vengan rápido!

Colgué y me fui corriendo a ponerme colirio en los ojos. Me puse un par de gotitas de agua por los mofletes y por el pecho.

En fin, está fuera la ambulancia. Voy a abrir.

(...)

Mañana será el entierro. He oído un rumor sobre la herencia, ya que Arturo era millonario. Pero él fue quien me entró, yo no soy tan buscona. O si... nah. Debería madurar, ya tengo 34 tacos. Bah, tonterías.

Me puse a limpiar el sofá de sangre, cambié los colchones obviamente.

(...)

A la mañana siguiente me desperté más feliz de lo normal. Me vestí de negro, cosa no muy extraña en mí, y cogí mi teléfono móvil. A saber donde estará mi antiguo iPhone 6 plus. En fin.

Marco el número 881-002-674 y espero 3 segundos, ya me había contestado.

Diego*: mamá?

Karen: Diego, hijo mío! Te he despertado?

Diego*: un poco... pero no me importa del todo. Qué querías?

Karen: recuerdas que hoy...?

Diego*: ah... sí... gracias por recordármelo. Si no, me habría dormido en un día tan... diferente.

Karen: no importa cielo. A las 10:30 puntual allí, vale? Te quiero mucho.

Diego*: y yo también, mamá. *cuelga*

Dejé el móvil en la mesa del salón y me maquillé. No mucho, solo la raya y pintalabios rojo oscuro. Me lleve mis gafas de sol redondas a lo siglo maricastaña y me comí una galletita para picar.

10:25. Aquí esperando a mi hijo, me va a recoger en su coche rojo con su hermosa novia, Elizzabeth. Si soy sincera, esta chica me parece super hermosa, y es un encanto. Bastante celosa, cosa que adoro, y como muy adorable. Llevan 5 años juntos ya. En serio, son tan adorables...

10:28, por ahí viene.

Diego: hola mamá. Te sientas delante?

Elizzabeth: buenos días, señora.

Karen: buenos días. Pero Diego, no quiero que Elizzabeth le entre mareo. No importa, en serio.

Elizzabeth: segura? A mi no me importa.

Diego: de todos modos, vamos a llegar tarde.

(...)

Ya había venido el cura. Y mientras invitado tras invitado, mi compañera, o antigua compañera de trabajo, mi hermana menor, familiares de Arturo, cuyos no me caen bien (sin embargo yo a ellos sí) y gente que ni me acordaba de quienes eran. Ah sí, también el novio de mi hermana, Jeremías.

Tras que el cura dijese un testamento enorme, fueron a incinerarlo. Sé que él hubiera preferido ser enterrado, pero yo fui la que pudo elegir, y mientras más le fastidie mejor. A si que, tras una hora y media escuchando llantos que no quería oir, salvo los de mi hijo y de su respectiva novia, me dieron un "jarrón" y los invitados se fueron.

Karen: hijo... quieres... quedártelo?

Diego: tranquila mamá, lo dejo en tus manos.

Mi mente: mejor le digo que no, ya que mi plan es... eso. Se lo tengo que dar.

Karen: tú le tienes más aprecio, quedatelo tú, hijo.

Diego: a ese gilipollas? Que le voy a tener aprecio yo? Si fuiste tú la que me enseñó a valerme por mí mismo! Él sólo me reñía en vez de enseñarme. O no?

Karen: y entonces... por qu...?

Diego: lágrimas de cocodrilo.

Karen: no me jod... digo, en serio!?- dije sonriendo.

Diego: fijo. Y ahora me las piro, vale? Te quiero mucho, mamá.

Karen: siempre. *le abrace y se fue*

Y luego, imité su acción.

(...)

Nadie Me EntiendeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora