Cap. 15: El último sueño.

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Narra Karen.

Me encontraba haciendo punto, reconfortada en mi sillón verde oscuro, en el silencioso salón de mi casa. Empecé a toser. Me levanté, acaricié a mi viejo compañero de la infancia, Simba, y fui lentamente hacia la estantería blanca de la cocina.

Dentro de un vaso de agua se encontraba una pastilla efervescente a punto de disolverse del todo. Suspiré, ha pasado todo tan rápido de repente... Pero actualmente doy gracias a Dios por todo lo que me ha dado. Estoy segura de que mi vida no es la mejor, ni mucho menos, pero hubiera preferido esto a estar podrida de dinero.

Me tomé la bebida curativa, aunque no me sabía igual que siempre. Cosas de la edad, supongo.

Me volví a sentar en aquel sillón, aunque por escasos segundos, ya que un sueño me acechaba. Por lo cual decidí no aguantarme y ponerme, con tardanza, aquel camisón que en ese momento estrené.

Tras un par de bostezos, mandé un mensaje al contestador de mi hijo. Siempre le aviso antes de dormir, para por si muero a la noche, pueda dejarle mis últimas palabras a la persona que más amo.

Luego está mi hermana.

Alejandra, la pequeña de 79 años, aún sigue viva y con una energía inigualable. Qué envidia. La diferencia de 9 años entre ella y yo se nota bastante. Con exceso. Tener 88 años cuesta bastante. Llegar a la tercera edad fue uno de mis retos cumplidos hace ya décadas. Qué recuerdos.

Ante tantos pensamientos ya caí rendida en mi cama blanca. Me dejé la luz amarilla encendida. Y, ahora que caigo, no le he dejado un mensaje a mi querido primogénito. Esto último me ha dado la extraña sensación de que no pude decir mis últimas palabras. Aunque, sí mis últimos pensamientos.

Aprovecharé está capacidad de pensar durante el sueño que poseo desde hace bastantes años atrás para dedicar mis pensamientos a mi ser, a mí misma.

Mi vida no fue fácil.
Mi vida no fue la mejor.
Mi vida se podría haber mejorado, pero, sin embargo, fui feliz. Me esforcé por conseguir lo que quise durante el tiempo que ya ni recuerdo. No me refiero a poder vivir con alguien que me quería y que me quiso cuidar, ni casarme, ni tener un hijo, ni llegar a los cincuenta y cinco años. A parte de todo eso. Poder sacar sonrisas a las personas a partir de mi propia felicidad.

En efecto, ya no despertaré de este sueño, por la mísera razón de que estoy en uno eterno.

Veo una luz. ¿Eres tú, Dios? No lo sé. Lo único que sé es que estoy muerta. Y me maldigo a mí misma por no poder haberle podido decir todo lo que le amaba. Ojalá cuide bien de Elizzabeth.

De repente oigo la canción "Jueves" de La Oreja De Van Gogh.

Todavía la recuerdo.

Si fuera más guapa, y un poco más lista, si fuera especial, si fuera de revista, tendría el valor de cruzar en vagón y preguntarte quien eres...

Te sientas en frente y ni te imaginas que llevo por ti mi falda más bonita, y al verte lanzar un bostezo al cristal se inundan mis pupilas...

De pronto me miras, te miro y suspiras, yo cierro los ojos tú apartas la vista, apenas respiro, me hago pequeñita y me pongo a temblar...

(...)

Te encuentro la cara gracias a mis manos, me vuelvo valiente y te beso en los labios. Dices que me quieres y yo te regalo el último soplo de mi corazón...

Ya no oigo nada.
Este es el fin, me repetía.

Este es el fin,
Este es el fin,
Este es el fin,
Este es el fin...




Te quiero, Diego.

Nadie Me EntiendeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora