Capitulo 4

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Madison sonrió al ver el boceto que había hecho para su tío Luciano, termino de darle unos pequeños retoques con el lápiz y guardo todo en su lugar, decidió que tomaría una ducha para quitarse el sudor de la piel y la mala sensaciones de la pelea que tuvo con su esposo. 

Busco en su ropero un ligero vestido verde, más bien parecía una bata pero a ella le gustaba lo sencillo y poco extravagante, busco su ropa interior, modesta y fue al baño. Encendió las luces, puso la ropa en el gancho al igual que la toalla felpuda, la luz contrastaba con el azul de los azulejos y el toque de flores que pasaban por una línea horizontal al estilo clásico. Preparo la tina hasta la mitad, vertió lociones aromatizantes y una gota de perfume de rosas para hidratar la piel, se desnudó y con gozo se metió dentro de la tina, la tibieza del agua relajo su cuerpo y ella gimió gustosa. 

Media hora después salió de la bañera y se colocó un albornos, se secó el cabello con la toalla, se puso las bragas negras y el sujetador, se puso el vestido y salió del baño. Comenzó a peinarse los semi rizos rojizos, una vez terminada su tarea se mordió el labio inferior, indecisa si bajar al comedor o quedarse aquí y que Diantha le llevara la comida, pero decidió que bajaría y le daría la actitud más fría a Leandros.

Las ganas de salir corriendo la inundaron con fuerza, apretó los puños con enejo mientras la ama de llaves le dijo que Leandros había salido al recibir una llamada telefónica, por la cara nerviosa de la mujer, madison sabía  que la llamada que había recibido su marido era de una amante de turno. Se sintió ofendida.

Dejo que el ama de llaves le sirviera la comida, sentada en esa enorme mesa supo que no podía estar más sola que  nunca, comió en silencio y muy lentamente, cuando termino se fue a su recamara, estuvo leyendo un buen rato hasta que su celular sonó en el tono de mensaje, alargo la mano a la mesilla y apretó el botón de bloqueo, el numero era privado, abrió el mensaje.

Se mordió el labio para contener las lágrimas de humillación, las fotos de su marido desnudo con otra mujer de igual de desnuda, la otra imagen era los dos besándose, cerro el mensaje y lanzo el celular a un lado, con fuerza se secó las lágrimas que habían salido sin su permiso, se giró a un costado, mirando la lámpara indamente hasta que se durmió. 

Despertó sobresaltada cuando la luz del sol le golpeo la cara, pasándose las manos por el rostro para alejar el cabello. Grito cuando la vos de su esposo sonó desde la puerta del baño, lo fulmino con la mirada.

- ¿se puede saber qué haces en mi habitación? –Espero a que le contestara.

- recoge tus cosas –él había ignorado su pregunta- nos vamos a Grecia

Iba a replicar pero él ya había salido de la habitación, bufando se le levanto de la cama toda enfurruñada, se vistió y puso sus cosas en las maletas, bajo y vio a su marido enfundado en un traje de negocios que se ajustaba a su musculoso cuerpo, la corbata era de un color gris más oscuro, el color le asentaba tan bien a su piel bronceada. Mientras ella iba con una falda floreada, esas de abuelita, que le llegaba hasta los tobillos, una blusa blanca vieja que adoraba y le quedaba algo grande. El le dedico una mira reprobatoria y ella lo ignoro pasando de largo, subió a la limosina con su libro en la mano todo el transcurso se dedicó a leer hasta que llegaron al aeropuerto, bajaron y ella vio un jet privado con una hermosa azafata que no dejaba de babear por su esposo.

Enojada subió y fue hasta uno de los cuatro asientos, eligió el más lejano, intento ignorar el flirteo que la muy descarada de la azafata le hacía a Leandros, ya fastidiada y muy enojada les dijo.

- pueden usar la habitación si tanto les urge –escupió la palabras con enojo y después volvió a retomar su lectura.

Minutos más tarde la misma azafata le preguntaba si deseaba tomar algo, madison supo que ahora tenía una enemiga. La mujer la miraba despectivamente como alguien insignificante, la despecho con la mano  dándole entender que no estaban a la misma altura. Vio salir a Leandros de la pequeña habitación sin la chaqueta y la corbata, se imaginó que el muy canalla había realizado un maratón sexual con la azafata. Cuando él se sentó a su lado ella se dispuso a ignorarlo.

Una bandeja de aperitivos le fue puesta en la mesilla.

- deberías comer algo –le indico Leandros y ella no lo miro- tenemos un trato agapi mou, o ¿tienes el dinero?  

- el trato es en la cama, ahora soy solo tu estúpida esposa de mentiras a la cual llevas a tu casa y a encerrarla –le dijo enojada.

- mi esposa va donde yo voy

- eso no importaba cuando te fuiste con tu amante de turno amore mio –la última palabra la dijo burlonamente.

- no tengo porque darte explicaciones de donde vaya, eres mi esposa porque asi lo quisieron nuestros padres y la fusión de las empresas, no eres del tipo de mujer que elegiría y me casaría –sus palabras la hirieron tan profundamente que le costaba respirar pero no dejo que él lo viera o se daría cuenta que ella le quería y le importaba- lo hice por la salud de mi padre, madison, yo detesto estar casado y la sola idea de vivir toda una vida con la misma mujer me desagrada, pero mantengo mis romances lejos de las cámaras, mi esposa no sería una mujer que se le insinúa a los hombres o se vista ridículamente.

No lo pensó, solo reacciono ante el insulto de su esposo, su mano latia después de haberle dado una bofetada a Leandros, indignada se levantó y le dio una mirada de odio, después corrió a la pequeña habitación, no podía evitar llorar, se sentía más que humillada, se sentía peor que una basura.

No se hablaron en todo el viaje, cuando por fin llegaron al aeropuerto, Madison dejo que unos de los guardaespaldas la ayudara con las maletas, el viaje en la limosina fue totalmente frío, llegaron a la casa de su esposo y ella pidió al ama de llaves que le indicará su habitación, había dejado claro que no dormiría en la misma habitación que su marido.

Decir que su matrimonio avanzaba era decir mucho, Leandros se mantenía lejos, vivía en su departamento de Atenas, no se hablaban en nada ni salían públicamente.

Madison se la había pasado modificando el interior de la casa durante los seis meses que transcurrieron, sólo salía al patio trasero a leer o ha andar por el pequeño laberinto, sino hacia eso nadaba en la piscina. Su vida estaba estancada, su padre continuamente llamaba para pedir explicación o insultarla por lo estúpida que era por no cumplir con los gusto de su  marido.

Ese día estaba dispuesta a salir de aquella prisión de oro, iba a ver su madre y pedirle que la ayudara, no quería seguir casada y seguir viviendo así, ella quería vivir y disfrutar de las cosas a su manera. Le dio al chofer la residencia de sus padres en Grecia,  quizás hubiera citado a su madre en un lugar público, pero no lo hizo y eso fue un error.

Había llegado en mal momento, su padre estaba golpeando a su madre en el suelo, intentó alejarlo pero era inútil sólo hizo aumentar la furia de su padre.

- tu me tienes decepcionado -el agarre de su padre sobre su cabello aumentó y ella lloro- no puedes hacer nada bien, yo no tengo una hija estúpida -el golpe sobre su mejilla la hizo ver chiribitas.

Grito cuando volvía a golpearla, intentó cubrirse pero la fuerza de su padre era mayor, la lanzo al suelo y con el cinturón la azoto, su madre gritaba y lloraba, el dolor era horrible sentía la piel hechas tiras.

Tenía sangre entre la nariz y la boca, latigazos en sus costillas y piernas que se verían horribles después por su piel blanca, estaba arrinconada en una esquina del librero mientras su padre las insultaba después de golpearlas, todo el cuerpo le dolía, el llanto de la ama de llaves se escuchaba cuando su padre salió de la casa, no podía moverse sentía el cuerpo muerto.

La ama de llave la ayudo a levantarse y llevarla hasta su cuarto, su madre sólo negaba.

- ¿a que has venido? ¿No puedes sólo hacer feliz a tu marido y tener a tu padre contentó? Esto es tu culpa -las palabras la golpearon y se dejo caer en la cama- ahora tendrás que estar aquí mientras que los golpes se van y no te atrevas de decirle a tu marido, Madison, tu sola te mereces esto porque no haces nada bien.

El desprecio de su madre era como otro golpe, pero emocional, el médico de la familia la checo y receto unas patillas y reposo, cosa que sería difícil de hacer estando en la casa de sus padres.

Salió de ahí con pasos lentos y adoloridos, sólo quería llegar a su casa y tirarse en la cama a que el dolor sólo pasara, pidió un taxi y le dio la dirección al taxista cuando llego a recogerla.

Bajo con cuidado y el ama de llaves de la casa grito al verla, la persuadió a que no llamara a su esposo no quería ni verlo, mintió de que la habían asaltado, pidió que la ayudara a subir y a acostarse, se tomo la pastilla y se durmió.

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Matrimonio por conveniencia (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora