Capitulo 7

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Gimiendo cada ves que Leandros entraba en ella, Madison se sentía como en la luna con el inmenso placer que su esposo le estaba proporcionando.

Enterró las uñas en la espalda musculosa de su esposo cuando llego al orgasmo más intenso de toda su vida, mientras el seguía moviéndose dentro de ella hasta que se corrió dentro, la calidez esparciéndose en su interior.

Extasiada se estiró en la cama mientras Leandros jadeaba por aire, sorprendida cuando la jalo hacia él para abrazarla, sus cuerpos sudorosos y calientes por el increíble ejercicio, se dejo ir por el sueño y el cansancio.

Se despertó totalmente entusiasmada, se baño y vistió con sencillez, una falda larga hasta la rodillas algo suelta y una blusa sport, iría a tomar un poco de sol para no verse tan pálida. Salió de su recámara, bajo las escaleras sin prisa, todo estaba tranquilo, esperaba que su suegra no le amargara el día con sus constantes quejas sobre ella. Fue al comedor, todo estaba pulcramente acomodado, la señora Helena estaba ataviada en un traje elegante, y sus dos hijas parecían recién salidas de la estética, que horror, estas mujeres vivían siempre maquilladas y vestidas pulcramente que parecían un maniquí.

Se sentó a lado de su esposo que estaba revisando unos papeles, su suegro estaba hablando por teléfono. Un minuto después sirvieron el desayuno.

Horrorizada miro su plato, su desayuno era una ensalada de hojas verdes, oh dios esto la mataría. Nunca le había gustado guardar dieta era como morir lentamente. Disimuladamente miro los platos de su suegra y sus cuñadas, tenían lo mismo que ella, la querían hacer sufrir, reprimió un gemido de frustración. No comió, no podía, se la paso jugando con la ensalada hasta que Leandros la miro alzando una ceja oscura.

— ¿pasa algo agapi mou ? —le pregunto Leandros y ella se debatió entre si decirle o no—

— no me gustan las ensaladas....—dijo abochornada, se mordió el labio inferior—

— zaphira —llamo su esposo a la sirvienta— puedes traer un plato nuevo a mi esposa.

— no deberías....–comenzó a replicar señora Helena—

— deja que le traigan algo más sustentable Helena —defendió su suegro— no todas las mujeres son a bases de lechugas.

La dulce mirada que le dedicó su suegra le hizo temblar, algo le decía que esto no se quedaría así. No pudo disfrutar el nuevo platillo, ya que tenía la sensación de que su suegra la mataba con la mirada, cansada comió sólo la mitad del platillo y se disculpó diciendo que tenía que ir al baño.

Se lavó la cara con agua fría para despegarse las malas vibras, salió del cuarto de baños y vio a Leandros colocándose la corbata, estaba vestido con un traje empresarial que se ajustaba a su figura delgada y fibrosa.

— ¿vas a ir a trabajar? —pregunto. Camino hasta la cama y se sentó en la orilla.—  ¿puedo ir contigo?

— si y no —dijo Leandros— mis hermanas quieren que estés aquí con ellas para una albercada.

Gimió interiormente, esto no era nada bueno. Se lanzó hacia atrás para quedar acostada y se tapó la cara.

— no me...gustan las albercadas....

— ¿has asistido a una?

— no pero...

— Madison, ¿que es lo que pasa? ¿No quieres estar con mis hermanas?

Decirle que no iba ser una discusión y no quería, últimamente estaban bien entre ellos. No quería arriesgar esa tregua.

— no es eso... Yo...—se mordido el labio inferior tratando de elegir las palabras correctas— quiero conocer tu trabajo.

Madison se puso nerviosa ante el escrutinio de su marido, por unos largos segundo pensó que el seguiría negándose pero se volteó al espejo y siguió acomodando se la corbata.

— muy bien, arreglate  —sonrió de alegría mientras él iba a la puerta— te espero abajo.

Salto contenta y corrió al closet, busco un vestido elegante algo ajustado de color azul marino, se quitó la ropa que tenía y se puso el vestido, se hizo un moño para mantener su rebelde cabello bien sujetado, eligió unos tacones de diez centímetros de color negro, usó unos pendientes y unas pulseras doradas.

Bajo casi corriendo, estaba emocionada por salir, no le interesaba el trabajo de su esposo lo que más quería era salir de esta casa lejos de su suegra y cuñadas.

Leandros la estaba esperando en mitad del recibidor y estaba hablando por teléfono, cuando la vio, su mirada se intensifico en ella dándole un brillo lujurioso. Se sonrojó y su centro palpito, el deseo la inundo con fuerza, deseaba a su marido con tanta ansias que no le importaría si la tomaba en el asiento trasero de la limosina.

Se subieron a la limosina, Leandros seguía hablando por celular en francés, se dedicó a ver por la venta hasta que Leandros exclamo algo y tiró el teléfono bajo el asiento y la ponía en su regazo, comenzaron a besarse con fuerza hasta el punto de que los labios le dolían, las manos de él apretaban su trasero y ella se meneaba para que la punta de su miembro tocara su punto más sensible.

No le importaba si el chofer podía escuchar lo que estaban haciendo, lo único, era que quería gritar el nombre de su esposo con fuerza y sentirlo dentro de ella, hasta el fondo.

La acostó sobre el cómodo asiento mientras él se colocaba entre sus piernas y con una mano hacia a un lado sus bragas para después masajear  su clítoris.

Estaba a punto de culminar cuando le abrió más las piernas y con una mano se bajaba el cierre para después penetrarla con fuerza, se arqueó y grito ante la fuerza de su embate, no hubo tregua, la fuerza con que la embestía la dejaba viendo chiribitas y no podía pensar en nada más que llegar al final.

Contrajo su muslos y grito su nombre cuando se corrió con fuerza, él llego después de ella y sintió su esencia, calienten y abundante.

Respiraban agitadamente, el estaba sobre ella respirando trabajosamente, acaricio su espeso cabello con las uñas y Leandros gruño.

— nunca había hecho algo así....

Sonrió orgullosa.

— ni yo amore mío

— Antonios debe de estar sofocado...—Leandros dio una carcajada— bruja.

— creo que ya llegamos...

Se separaron y arreglaron, se ajusto el moño al igual que el vestido. Salieron como si nada pero su marido tenía una expresión de "tuve el mejor sexo en el asiento trasero de la limosina". Caminaron lado a lado sin agarrase de las manos, quería hacerlo pero Leandros no le gustaría cuando entraron a la recepción del edificio su marido tomo un expresión fría, ahí estaba el magnate griego que ella conocía muy poco.

Cuando los vieron todo el mundo se detuvo a verlos, algunos que otros sonrían y saludaban a Leandros, luego a ella. Las mujeres la miraban con odio y otras la saludaban.

— les pago para que se queden viendo a mi esposa? —pregunto fuerte Leandros mirando con enojó a todos— pónganse a trabajar por lo que les pago.

Todo el mundo salió disparado e intentaron ignorarlos, subieron al elevador privado de su esposo que daba a la planta más alta donde estaba la oficina de el.

Salieron del elevador y una rubia muy hermosa los saludo, mejor dicho saludo a su marido y se le insinuaba hasta que él, le de dedicó una mirada enojada.

— Leysi, dile a Mark que te de una laptop para mi esposa —la rubia la miro despectivamente— vamos –le indico a ella.–

Le agarro la mano a su esposo, esperaba que no la rechaza pero no lo hizo, ajusto sus manos y avanzaron hacia la enormes puertas de roble.

Le dio una sonrisa triunfadora a la rubia fea. Toma esa idiota.

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Nuevo capítulo :)  

Matrimonio por conveniencia (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora