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Tus besos. Esos que constantemente echo de menos. Tus abrazos. Los que necesito en mis peores momentos. Tu risa. Esa que me encanta oír. Tu voz. La que extraño por segundos. Tú. El que me hace feliz, el que me hace sentir que puedo con todo, el que me ayuda y me apoya, el que me conoce y es capaz de leerme como si yo fuese un libro y él su autor. Que con él no hay nada que no pueda superar. Que si cierro los ojos siento sus labios uniéndose en un lento beso con los míos, mis dientes mordiendo su labio o los suyos mordiendo el mío. Al igual que recuerdo nuestras manos unidas, cada una de un tamaño, son completamente distintas, pero de una forma u otra encajan a la perfección al igual que nosotros. Tu colonia impregnada en mi piel, tus labios en mi cuello, mis manos al rededor del tuyo, cantidad de recuerdos y pequeños detalles que tienes que me hacen que me vuelva loca. Y que probablemente el único problema que tenemos ahora es el echarnos de menos, las ganas de vernos, de tenernos y de sentirnos. Que un día sin ti se me hace eterno, que los minutos se sienten como días y los días como años. Y es que simplemente me voy dando cuenta de que cada vez te necesito más y que al final, no voy a saber cómo vivir si no es contigo.

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