En medio de dos árboles frondosos, en lo profundo del cementerio, se encontraba una chica pecosa sollozando para sus adentros.
Cubría su cara para que nadie la viera, como si alguien pudiera verla. Su pecho se inundó de cólera de lo que habría podido ser, y a su mente llegaban pequeña voces, que la culpaban de todo lo que acababa de leer, luego sus sollozos ya no eran susurros, se convirtieron en desgarradores gritos.
Pero, a no muchos pasos, también se encontraba un chico, un chico despeinado, con la más dulce mirada del planeta, que no sabía cómo acercársele a Annie.
Decidió quedarse al otro lado del árbol y esperar a que dejara sus lamentos. Él nunca había sido bueno consolando a las chicas.
Pasaron una, dos horas, y aquel chico ya estaba cansado de no poder hacer nada por ella, así que simplemente rodeó el otro lado del árbol y la vio.
En realidad esperaba encontrarse con unos gritos que lo echaran inmediatamente de allí, o aunque sea unos golpes, algo. Pero la escena fue mucho más conmovedora, y al verla el corazón de Nate dio un vuelco.
Annie estaba acostada en el frío suelo, abrazando sus piernas. Su rostro estaba totalmente empapado de lágrimas, y sus labios titiritaban de vez en cuando. Nate no se había dado cuenta a qué horas habían cesado los llantos para convertirse en dulces suspiros de sueños, y aun así, no evitó acercarse a ella y observar su rostro relajado por completo.
Dormida se ve aún más hermosa, pensó, cuando no frunce el ceño e intenta ocultar su cara con su cabello, se ve perfecta.
Se tumbó a su lado, con cuidado de no despertarla, y se quedó viendo su rostro algunos minutos más. ¿Qué debería de hacer ahora? Tenía miedo de que al abrir sus ojos, las lágrimas volvieran en ella.
¿Tal vez debería traerla en brazos hasta su carro? ¿Y luego qué? ¿La llevaría a su casa y le explicaría a su mamá que se quedó dormida en el cementerio?
No, de todas maneras, no sabía por qué estaba así. Annie le había platicado sobre que leerían la siguiente carta juntos, pero de nuevo, se había adelantado, y al buscarla, se había encontrado con un mar de lágrimas. Tal vez, lo que sí debía hacer sería leer la carta.
Tomó aire, y con cuidado, separó los fríos dedos de Annie del sobre, lo abrió, tardó unos cuantos minutos en leerla, y otros tantos en entenderla.
Al terminar de leer la última palabra por segunda vez, se sorprendió al darse cuenta de que tenía el rostro mojado, y que no podía parar las lágrimas.
Si él se sentía impotente, furioso, y culpable, sentía que la depresión lo invadía, no quería ni pensar en cómo se debería de estar sintiendo Annie.
Escuchó unos estrépitos ruidos y al voltear se dio cuenta que ella se hallaba sentada, con sus verdes ojos lastimados de tanto llorar. Se acercó hacía él, y antes de que pudiera decir palabra alguna, se tumbó en sus brazos.
-¡Cuánto lo odio! ¡Lo odio, Lo odio!- eran las únicas palabras que salían de la boca de Annie, algunas veces en susurros, y otras en desorbitantes gritos que partían el alma.
Nate solo la tenía con fuerza en sus brazos, de esa forma, también sacando su dolor. Algunas veces cuando sentía que Annie se calmaba y que se encontraba bien, volvía a caer en depresión absoluta, hasta llegar al punto de no poder levantarse de donde estaban.
-Annie, por favor escúchame. Nos debemos ir ya.- susurraba Nate, pero ella solo soltaba un leve chillido y volvía a cubrirse su rostro.
Decidió que sería mejor sacarla de allí, que tenía que haberlo hace mucho tiempo, se levantó y con él ayudó a levantar a Annie a la fuerza. La atrajo hacía sí, y cubriendo sus brazos con sus manos salieron juntos del cementerio.
Al llegar al carro, le tomó de la mano y con decisión le dijo:
-Si quieres, podemos abrir ya mismo todas las cartas, no quiero que te sigas haciendo daño.
Fue la única vez en que Annie miró los apacibles ojos de Nate, pero negó con la cabeza.
-No quiero volver a leer ni a saber nada sobre ese tema. No quiero enterarme de como Rick manejaba a Cameron, de cómo le hacía daño, no quiero imaginarme qué hubiera sido si en ese entonces el pronunciaba ese "Hola" y yo como respuesta le hubiera sonreído, esa sonrisa que el tanto quería ver...- su llanto cortó su voz por un momento, pero luego volvió a levantar la vista y siguió- No quiero intentar recordar aquella vez que nos conocimos, porque me hace daño, Nate, no sabes cuánto daño hace querer a alguien que ya no está aquí. Y más aún, que pudiste estar junto a él. Perfora mi alma enterarme que el sentía cosas por mí, cuando yo ahora las siento por él.
-Annie, por favor, sé que es duro, ¡Dios! Es lo más difícil del mundo, y sabes que siempre estaré ahí, cuando necesites llorar, reír, hasta cuando quieras golpear. Cameron era alguien muy importante en mi vida, ¿y te digo que me decía cuándo por casualidad nombraban a su abuelo? Que él se sentía feliz, porque parte de madurar es dejar ir. No te digo que no le quieras, porque joder, nunca lo dejaremos de amar. Pero no debes de pensar en qué hubiera pasado si hablaran, si hubieran salido, solo logrará hacerte daño, y eso no lo soporto.
Nate se acercó lentamente y la reconfortó con un dulce abrazo, el cual ayudó a liberar a Annie de todas sus penas.
Luego Annie se fue a su casa, cruzó la puerta, y se obligó a sí misma no llorar delante de su madre. Cuando por fin llegó a su habitación se acostó en su cama y lloró durante horas en su almohada, ya calmada sacó una hoja de papel, y empezó como lo hacían todas las cartas para Cameron:
02/10/15
Mi habitación.
Jamás he sido buena escribiendo sobre mis sentimientos. Mucho menos he sido buena desahogándome en una hoja, porque, ya sabes, cuando estás mal no te pones a pensar en la gramática ni ortografía, ¡Solo quieres llorar y escribir hasta que tus dedos te duelan!
Pero supongo que no tengo más opción, tú eres una persona muy importante, y por lo tanto mereces que te escriba con todo lo que tengo.
En realidad, aunque no parezca, llevo horas intentando avanzar del último párrafo que escribí, pero las palabras no salen. Lo único que logro que salga de mí es más de cien litros de lágrimas.
¿Cómo lo hacías tú?
Está bien, Annie. Tienes que desahogarte, hagámoslo.
¿Por qué tenías que hacerle caso a Rick? ¡Mis cartas no importaban en absoluto! ¿No creías que viniendo de Rick de todas maneras las haría públicas?
¡Eres a veces tan...! ¡Tan no lo sé! ¿Por qué no podías hacer todo eso? ¿Sabes lo que hubiera pasado si me hubieras dicho tan solo un hola?
Pues, yo te sonreiría, porque pensaría Dios, que chico tan interesante, y al verte a los ojos, bueno, ahí ganarías más puntos, te hubiera dicho que fuéramos a tomar café, y al enterarme que te gustaba leer, ya me tendrías.
Nos veríamos cada día, al venirme a recoger, te saludaría con un gran abrazo y luego nuestras mejillas tornarían un color rosado. En las tardes veraniegas tocarías el piano para mí, y yo fingiría que no sabía para que pudieras sostener mis manos y estar cerca de mí, se sentiría bien, sí.
Habría caminatas interminables pisando hojas secas en el otoño, y juntos tomaríamos chocolate caliente, al lado de la ventana viendo las gotas de lluvia caer.
Cuando lloraría en el cementerio, esta vez no te retendrías, vendrías a mí, y secarías mis lágrimas, y eso estaría perfecto, porque se trataba de ti.
¿Sabes? Hasta podríamos escribirle a tu abuelo juntos, y cada mes dejar una rosa sobre su tumba, y entonces, solo cuando hubiéramos hecho esas cosas y más, que en este mismo momento mi cabeza no imagina, solo entonces, sabría lo que es sentirse amada por primera vez.
N/a:
En multimedia les dejo un hermoso y perfecto dibujo de nuestros Annie y Cameron hecho por @TheUnhappyDeath ¡Muchas gracias!♡ Me ha hecho emocionarme mucho.
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Letras a muertos.
Teen Fiction¿Pueden llegar los muertos a ser mejores escuchando que los propios vivos? Annie cree que sí. Esa es la razón por la que suele escribirles cartas con frecuencia. Escribir es una bonita manera de recordar, y traerlos de vuelta por un momento. Pero, ¿...