L l o r a r

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Némesis, la diosa de la venganza, hizo que Narciso se enamorara de su reflejo como un castigo por su vanidad en el mito que se relata. En esta historia, la malvada Némesis es el Terrible Johan. Pero él, muy por el contrario de la diosa, no tenía razones para castigar a Narciso convirtiéndolo en el «chico-recado». Y si le preguntabas, decía «alguien tiene que tomar el lugar de Kevin. ¿Quién mejor que su amigo?».

Cada día que pasaba odiaba más a Johan, aunque al principio me había sido completamente indiferente.

Una semana después de que Narciso tomara «el lugar de Kevin», volvió a ser el mismo de siempre. Eso creían todos los demás. Yo no. Yo sabía, porque podía ver más que los otros, que Narciso había cambiado mucho. Su sonrisa era falsa; su rostro, una máscara que además llevaba maquillaje. Los ojos le brillaban por las lágrimas contenidas.

Me sentí mal y también lo oculté. Cada vez que llegaba de la escuela a mi habitación, me encerraba para hacer lo que suponía que Narciso hacía: llorar.

Narciso lloraba por Kevin. Yo lloraba por él. Narciso lloraba por su soledad. Yo lloraba para que no se sintiera solo. Sentía que las lágrimas nos unían a pesar de una distancia indefinida.

Después de que él y yo nos volviéramos amigos en la enfermería, me pidió un favor que me hizo sentir mal de nuevo.

¿Cómo podía yo, alguien que apenas conocía y que era tan culpable como Johan, sentarse en el lugar, a su lado, que antes pertenecía a su mejor amigo?

El «no» estaba en la punta de mi lengua, pero no salió. En su lugar el «sí» que quise meter dentro de un cofre con cadenas y candados escapó de mi garganta.

En ese momento, pensé que fue bueno el haber dicho que sí, y lo sigo haciendo.

Sus ojos brillaron de felicidad y su rostro se iluminó como nunca antes lo había admirado. También yo fui feliz.

Sus débiles brazos me rodearon y su respiración chocó contra mi pecho en donde mi corazón se aceleraba hasta sentir que iba a explotar.

Lo abracé de vuelta y dije algo. Algo que no supe ni sé clasificar.

—No puedo tomar el lugar de Kevin que hay dentro de ti, pero por lo menos sí el lugar donde estaba cerca de ti.

Oí sus sollozos al poco rato. Sus lágrimas mojaron mi suéter. Las mías mojaron su hombro.

Narciso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora