Narciso ©

Á n g e l

 Él es Ángel.

La gente cree que puede juzgar a otros por su apariencia o por su nombre. Qué equivocada está y cuán tonta es.

Ángel no es el que aparenta ser: un chico capaz de matarte con la mirada y hacerlo de nuevo con un roce. Es alguien tan gentil que no duda en ayudar. Tan responsable que nunca lo he visto incumplir. Tan bondadoso que está a mi lado.

Un día lo vi y al otro día lo amé.

Notaba que sus ojos oscuros me miraban, que sus brazos me protegían desde lejos, que su sonrisa era solo para mí y que su cabello era todo el cielo nocturno que podía desear.

Temí por mucho tiempo de él porque yo era débil, demasiado confiado y enfermo del corazón de todas las maneras posibles. Cualquier persona era capaz de hacerme volar para luego arrojarme desde lo más alto del cielo y verme sufrir.

Él me mantuvo a una distancia prudente entre el cielo y la tierra, casi haciendo que ambos elementos se fusionaran en uno. Nunca me elevó y tampoco me dejó caer. Lloraba conmigo, me pedía que dejara de llorar, que él lloraría por los dos, siempre diciéndome que yo ya había derramado demasiadas lágrimas, que lo dejara ser y que lo abrazara fuertemente.

No podía contradecirlo y nunca lo hice.

Por mí, Ángel hacía cosas que nunca había hecho por nadie jamás. Eso me alegraba y me entristecía a la vez. Ángel veía por nosotros, mientras yo intentaba ver por él sin ignorarme a mí.

Poco a poco fuimos cambiando el uno por el otro, hasta ser lo que al contrario le faltaba. Hasta que decidimos dejar de llorar. Hasta que decidimos mirar un camino partido en dos sin miedo. Hasta que compartimos las noches de tormenta. Hasta que las peleas no existieron más. Hasta que el amor no podía crecer más, porque sabíamos que, si lo hacía, al encogerse nos dolería. Hasta que superamos a Hera y a Némesis, en el camino dejando de ser Eco. Dejando de ser Ameinias. Dejando de ser Liríope. Sin espadas asesinas, sin maldiciones ni castigos. Sin lamentos ni muertes. Sin burlas ni rechazos crueles.

Yo soy Narciso.