Capitulo 14

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Egresé del colegio. Tuve una estúpida fiesta de egresados donde lo único que hice (literalmente) fue estar parado con el móvil en la mano esperando una llamada de Miguel que no iba a llegar jamás (aunque le dije que era mi fiesta de egresadas del colegio y aunque le recalqué que era importante que estuviese ahí). Decepción, eso sentí. Maldita fiesta: todos mis compañeros bailando y yo parado, sin entender demasiado qué estaba pasando. Ellos tomaban alcohol, yo miraba. Ellos saltaban y gritaban, yo miraba. Y no desde el resentimiento, sino desde el desconocimiento total, porque nunca entendí cómo alguien puede divertirse en un lugar así: lleno de humo y de gente sudorosa que baila sin parar y alcohol y mentiras y gente en busca de gente y el desorden y el tumulto. No, no es para mí. No me gusta la gente y menos la gente acumulada en lugares cerrados. No, lo siento.
Por eso me gustaba Miguel Ángel, porque él me entendía. Tampoco le gustaban esos lugares. Puedo quedarme despierto hasta las seis de la mañana, pero leyendo en casa o nadando en una piscina climatizada o en el cine o viendo series; no bailando, con calor, con humo y con alcohol. No. Por eso me gustaba, por eso entre otras cosas. Y por eso también tendría que haber presupuesto que no iba a estar en mi fiesta. A las tres de la mañana me fui, después de un escándalo digno de una novela mexicana: los chicos del grupete me acusaban de haberme ido de la fiesta con la novia de Jesús. ¿Yo con ese espanto? No. ¿Y yo mirando a la novia de un amigo? Menos. ¿Y yo pensando en una mujer? Por dios. Nadie me conoce. ¡No! ¡Jamás!. Aclarado el asunto (no me fui con Laura, le pedí a mi papá que me fuera a buscar a la fiesta) volví a mi casa casi llorando. ¿Cómo puede ser que no pueda disfrutar de una fiesta? ¿Por qué me siento tan fuera de lugar? ¿Por qué prefiero estar en mi casa? ¿Por qué? Porque albergaba muy adentro de mi estúpida caja de esperanzas que Miguel Ángel fuera a esa estúpida fiesta donde yo estaba parado como un estúpido y vestido con un estúpido traje. Por eso. Porque nunca lo que yo quiero se hace realidad, nunca. Porque mi imaginación siempre es más grandiosa y más potente y mucho más placentera que la realidad. Ojalá fuera autista, ojalá viviese adentro de mi mente. Quisiera dormir para siempre.

Había terminado el colegio. Mis padres me demandaban que comenzara una carrera universitaria. Nunca entendí eso: ¿por qué a los dieciocho años tienes que decidir qué quieres hacer con tu vida? Muchos de nosotros no lo sabemos. Y yo, a decir verdad, estaba completamente desorientado. A los dieciocho años no estás capacitado para decidir qué quieres hacer con tu vida. Por supuesto que existen los casos especiales, como (no podía faltar en el relato) Guillermo que supo desde que nació que quería ser administrador de empresas o economista o no sé qué pérdida de tiempo estudió, o mi primo que quiso desde antes de ser concebido, ser médico. Y claro, Guillermo ya se recibió con honores y Alejandro está haciendo una brillante carrera en medicina y con seguridad salvará muchas vidas mientras yo escribo incoherencias en una computadora personal. Y claro, también están los casos como el mío, que tenemos 18 años y no sabemos qué vamos a hacer con nuestras vidas, en el caso de que quisiéramos seguir viviendo.
Yo no sabía qué quería hacer, no sabía qué quería estudiar, porque no sabía si quería otra cosa además de estar con Miguel. Esa era la única meta en mi vida: no tenía tiempo para pensar en otras cosas. Sinceramente, no tenía tiempo: la mayoría de los días estaba deprimido tirado en una cama, o esperando llamadas inexistentes o diagramando encuentros al mejor estilo storyboard, pensando en qué estaría haciendo con su novia. No tenía tiempo y sin embargo mis padres querían que tuviera tiempo y tuve que encontrarlo.
Así que fui a hacerme un test vocacional a un centro de sarasa, donde por medio de tests psicológicos y vocacionales te ayudan a encontrar a tu verdadero yo y a tu vocación, claro. Es decir: cualquier cosa. Pero claro, Guillermo había ido a ese centro (junto con sus dos hermanos) y mamá no podía dejar de pasar por ahí y consecuentemente yo tampoco podía dejar de hacerlo. Así que hice el maldito test y ¡oh, qué sorpresa! La licenciada Gavilán me dijo que "lo tuyo es la comunicación". ¡Muchas gracias licenciada! Sinceramente me sacó de un aprieto, ahora me siento mucho más feliz. ¡No tenía idea de que lo mío fuera la comunicación! Nunca lo había pensando de esa manera. De hecho, planeaba el resto de mi vida como carpintero de la capilla sixtina haciéndole cruces de madera al Papa.

Centro de orientación integral dr. Pedro Sarasa
Las profesiones que me aconsejaron eran:

1 Ciencias Comunicación Social, Periodismo o Publicidad
2 Relaciones Internacionales
3 Comercialización
4 Diseño gráfico
5 Artes del teatro (Escenografía)
6 Teatro
7 Música

Incomprendido. {Rubelangel}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora