Capitulo 13

140 15 2
                                    

Que quede claro: cuando hablo de relaciones obsesivas no lo hago metafóricamente; estoy siendo más literal que nunca. Cuando digo que hubiera muerto por Miguel, tampoco lo tomen como una metáfora. Sé que es difícil descifrar cuándo escribo en serio y cuándo no, pero hagan el intento.

No iba a aguantar mucho tiempo más. No estar con Miguel Ángel significaba la muerte espontánea de la persona inteligente que yo creía ser por primera vez. Me había hecho sentir adulto, elocuente y propenso a ganar todas las batallas. Estaba demasiado deprimido como para quedarme estancado.

A fines del año 2000 me fui a América y me olvidé de que el dolor se traslada con el viajante. No porque me fuera a otro universo iba a dejar de sentir aquel dolor punzante, no. Era eterno y me acompañaba, aún en Estados Unidos, en Argentina o en Brasil. Viajaban conmigo el dolor y la estúpida idea de que hasta las gárgolas estaban en mi contra ya que todo me hacía acordar a él. Una vez me pareció verlo detrás de una librería donde hurgaba en busca de un libro para ahogar mi pena. Pocas horas después recibí un email suyo diciéndome que estaba en América. Si no era él, era su gemelo americano y si no era su gemelo americano, por favor, internadme.

Miguel Ángel,
Los Ángeles me tienen cansado. Me trae recuerdos, me hace soñar. En este momento estoy en mi cama del hotel, tapado hasta los codos, escuchando el resumen de Sydney 2000 que puso mi primo que duerme en la cama contigua.
Estados Unidos no parece demasiado integrado a la era de Internet; por las calles no he visto ni un solo cyber café ni nada que se le asemeje. Todo muy lindo, pero demasiado antiguo para mi gusto. Me encantó Brasil: la gente es alocada y se viste raro (allí me siento cómodo). En Los Ángeles tienes que vestirte y muy sobriamente, sino no tienes estilo. Imaginate lo desubicado que me siento acá.
Te extraño demasiado. Tengo ganas de subirme al tren metropolitano que va a Getafe, por raro que suene. No puedo disfrutar de nada acá... lo único que hago es buscar computadoras disponibles para poder escribirte, o con suerte, encontrarte online. Quiero volver a mi casa, quiero estar contigo. Odio América. Te amo.  

Rubén

Mi vínculo con Miguel se volvió perverso y cruel, se asemejó cada vez más a él. "Te amo pero necesito tiempo". ¿Qué quiere decir eso? Necesitar tiempo es frenético, es desesperanzado, es casi ridículo. Nadie necesita tiempo. En realidad, no necesitaba tiempo, necesitaba que a tiempo me retirara. Cuando volví a Europa me enteré de que estaba saliendo con otra persona. A continuación surgieron las (obvias) dudas: ¿fue antes o durante o después de estar conmigo? Y eran obvias las respuestas. Sin embargo, nunca pude desprenderme de él y por alguna razón él tampoco pudo. Si bien (él decía que) no funcionábamos juntos, nos llevábamos muy bien y nos hacíamos falta (aunque solo fuera sexualmente). Sí, a veces sentía placer cuando me daba cuenta de que era su amante y que estaba engañando a su novia. Sí, tengo que admitirlo. Es decir, no me gustaba mi posición, pero qué bien se sentía ser el elegido. Qué bien saber que no amaba a Jenniffer, qué bien que no tuvieran buen sexo (¿por qué otra razón volvería a mí?).
Me acosaba una especie de erotomanía incontrolable. Tanto quería que Miguel se acercara a mí que hacía lo imposible por agradarle. Cualquier intento era bueno: de pronto me encontré comprándole libros, discos, camisas y cualquier cosa que estuviera a mi alcance. Nada era suficiente, pero yo creía que si podía agradarle iba a enamorarse de mí otra vez (en caso de que alguna vez hubiera sentido algo siquiera parecido al amor o la ternura).
La cruel realidad era que ya no tenía 16 años y que el depravado homosexual ya había conseguido lo que quería (al menos eso me gusta pensar, me hace odiarlo). Inevitablemente tengo que odiarlo. Lo culpo de mi soledad, de mi miedo a las personas, de mi desconfianza en general, de mi despecho. Durante años mi entorno se sigue preguntando qué tanto hizo Miguel Ángel y cuánto me corresponde a mí. Es un porcentaje que nunca pude resolver: no me dan las cuentas. Que tuvo un impacto estruendoso en mí, eso es sabido; también que me hizo llegar a extremos incalculables e imposibles. Pero que se regodeaba en mi desgracia, eso no se sabe; que me obligaba a jugar un juego macabro tampoco.  

Incomprendido. {Rubelangel}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora