Capitulo 20

71 9 0
                                    

9 de octubre de 2003

Hace mucho que no hablo con Miguel. Lo sorprendente es que en vez de sentirme triste me siento más libre. De pronto veo muy claro y la vida se me hace más fácil. Entiendo ahora que las trabas me las ponía yo, que no existían realmente. Me sorprendo queriendo hacer cosas, queriendo estar bien. Cuando está soy habitante de un pueblo fantasma, rodeado de un paisaje turbio y seducido por las vías de un tren que me invitan a dormir sobre ellas.

Miguel Ángel desapareció por dos semanas y fue tiempo suficiente para respirar nuevos aires. Conocer a Samuel me ayudó bastante a diferenciar nuestros intereses. Que amor, sexo, amistad y ternura no son lo mismo y que algunos conceptos se rechazan entre sí, son incompatibles. Hoy busco otro tipo de relación, porque la que yo anhelo no funciona, al menos por ahora. Pero no me doy por vencido y quiero seguir luchando por el hombre que amo y no me ama.

Supongo que este tiempo me lo está concediendo porque le asusta mi estado y no quiere hacerse cargo del porcentaje de responsabilidad que le corresponde. Donde antes había enfermedad, pasión y locura ahora hay esperanza y paz. No me doy por vencido, pero Mangel me da un espacio para rever la historia desde otro ángulo, apartado del mundo. Y me veo destrozado, profundamente herido, enclaustrado sintiéndome libre pero sabiéndome esclavo.

¿Importa saber cuál es el límite? Yo no lo reconozco, pero mi mente hace un "clic" que indica peligro: "o te detienes ahora o el suicidio es inminente". Y ese clic es orgánico, yo no lo elijo; lo hace mi cuerpo por instinto (de conservación, claro).

***

Todo en mí me daba signos de inestabilidad, de odio supremo hacia mí mismo. Aunque estaba en paz, necesitaba algo de acción. Y no quiero decir que busque los problemas, es algo que yace más allá del límite entre lo moral e inmoral, lo bueno o destructivo para uno. Va más allá de un límite, de cualquiera de ellos. Cuando no estaba con Miguel me sentía en paz, pero en todo caso las plantas también son pacíficas y libres ¿verdad? Era más bien un vegetal sincronizado con un horario universitario, que reía más de lo que se le pedía sólo por no preocupar a terceros. Era una maldita planta, un mentiroso y sucio vegetal.

No me alcanzó con haber tenido que mentir toda mi temprana adolescencia con Miguel y nuestros encuentros, sino que parecía hasta a propósito que tuviese que seguir con esas conductas de preescolar. Claro, él me había enseñado a mentir como si fuese un arte: me instruyó entusiasta y delicadamente. Casi sin saberlo, era un perfecto mentiroso. Un maldito mitómano.

14 de octubre de 2003

Créase o no y en contra de todas las posibilidades, me estoy por encontrar con Miguel. ¡No puedo creer lo nervioso que estoy! Pienso que este va a ser un encuentro desertado porque va a ser un café, unos pocos minutos y no creo que más. Me siento feo e hinchado a pesar de que hace varios días que no como nada (corrección: ayer comí una papa frita). No sé cuáles serán sus expectativas conmigo hoy, pero las mías son nulas. A su casa no voy a ir, porque vive con Beatriz y Tomás, pero al menos quiero verlo unos minutos antes de morirme, porque me estoy dejando morir. No por dejar de comer, sino porque mi alma es nula: se me fue.

Estoy cansado y débil. Por primera vez no tengo ganas de hacer el amor con él (a menos que antes tome un jugo de naranjas o un café). Mi vida es una balada para un ciego: porque hay que estar ciego para no darse cuenta de que me estoy haciendo muy mal: estoy a punto de cometer un crimen en contra de mi alma.

Estoy loco porque me autodestruyo, el instinto de conservación lo perdí hace años. Quiero morirme y ver a Miguel es la manera más dolorosa de desaparecer. Me duele todo y estoy débil pero quiero verlo aunque sea por última vez.

Incomprendido. {Rubelangel}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora