11.

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Habían pasado tres largos días. Los antídotos que le suministraron parecían haber minimizado la gravedad de su estado, reduciéndolo a episodios de síntomas variados pero no peligrosos. Era el primer día que pasaba en su apartamento después de recibir el alta médica. Natasha se había ofrecido voluntaria para quedarse cuidándole, cosa que Steve rechazó educadamente manifestando que ya había hecho bastante por él. La pelirroja ganó aquella discusión objetando que anteriormente la había invitado a su acogedor y renovado piso, y que ahora hacía uso de esa invitación, así que después de dejarlo en su casa, subió con el rubio, e investigando rápidamente dentro de la casa, encontró sin problemas la habitación para invitados, donde dejó las pocas cosas que traía antes de que el dueño pudiera protestar.

Steve se movía por los estrechos pasillos, retocando cada detalle de la casa y comprobando que el cuarto, del que Nat se había apoderado, era lo suficientemente cómodo para ella. Hizo la cama, con sábanas limpias y mantas nuevas, hacía un frío horrible entre aquellas paredes por las noches.

-¿Qué haces?-se acercó a él por la espalda frenando sus acciones, agarrando sus fuertes antebrazos.-Soy yo quien está aquí para cuidarte a ti.-

Steve se giró entre los brazos finos de la chica en una distancia embarazosa y prometedora mirándola a los ojos.

-¿Qué clase de anfitrión sería?-le dijo con una leve y dulce sonrisa que reflejaba cariño e incomodidad en iguales proporciones.

-Desde luego uno muy cabezota.-soltó al capitán en una caricia, el cual sonrió inquieto y cambió su vista a las gélidas paredes.

-Te he puesto dos edredones. Aquí hace un poco de frío al caer la noche.-

-Está bien.-lo tomó inesperadamente de la mano, y como si fuera un niño pequeño jaló de él, arrastrándolo hasta el salón sin escuchar una queja si quiera. Lo obligó a sentarse delicadamente en el sofá.-No te muevas de ahí.-

Steve sonrió de nuevo asintiendo dócil con la cabeza.

-¿Una película?-preguntó Rogers palmeando un cojín.

-Por supuesto, además elijo yo.-avisó la pelirroja mientras preparaba palomitas en el microondas de la cocina.

-¿Cuál?-

-Brokeback Mountain.-sentenció de espaldas a Rogers, ocultando la sonrisa incontenible que le crecía en el rostro.

-No me suena.-se acomodó tumbándose levemente.

Natasha volvió con un enorme bol de palomitas que le cedió al capitán, y sin mencionar palabra puso la película para luego volver con Steve sentándose junto a él, recargándose en uno de sus hombros. A la espía se le iba a hacer eterna cada escena, esperando a que llegara la revelación clave sobre el tema principal de aquel filme y poder tener la conversación con Steve que ansiaba desde el momento tan inverosímil que tuvieron con Stark en el baño. Si bien ella no estaba completamente convencida, ellos estaban demasiado raros, malhumorados cada uno con el otro e inseparables a la vez. Y ya que ninguno parecía que fuera a confesar nada sobre el asunto, tendría que arriesgarse de una manera sutil con el más inocente de sus dos compañeros.

[...]

La escena tan transcendental de la película se hizo presente en la pantalla, mostrando a los dos protagonistas masculinos enfrascados en una situación íntima y sexual algo agitada. Steve estaba absorto, sin poder apartar la vista de la televisión, sus impulsos neuronales iban a mil por hora, siendo consciente de que esa película no había sido una mera casualidad. No fue capaz de mirar a la chica que descansaba sobre su cuerpo y controlando los nervios no pudo evitar acordarse de Tony. Dos toques sonaron en la madera de la puerta.

Descontrol. (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora