14.

6.2K 531 296
                                    

Al diablo los enemigos. Él quería morir así. Con el viento en contra. Sin su armadura, siendo él mismo. Desobedeciendo órdenes. Retando a la mujer más peligrosa del planeta. Portándose mal. A toda velocidad, así vivía él, a mil por hora, y así quería morir. Mordiendo algo exquisito. Decidiendo su propio final, siendo el artífice de su propia destrucción.

Abrió la boca, enseñando sus blancos dientes, y sin aviso previo sintió el viento golpearle la garganta provocándole una sensación de ahogo desagradable que le obligó a sellar los labios. Arrugó el ceño enfadándose con el propio aire y se sintió frustrado por una décima de segundo. Su cerebro era privilegiado, y no lo era sólo para el arte de la ingeniería, instantáneamente otra idea le llegó animada por la adrenalina que le rebosaba de cada poro de la piel.

Aún se sujetaba del tronco de Steve, así pues, deslizó sus manos por su abdomen, descendiendo lentamente hacia la entrepierna del capitán que no podría detenerlo esta vez, pues si soltaba el manillar de aquella moto ambos no tendrían ni un sólo segundo más de vida. Bueno, Rogers seguramente sobreviviría, pero él no, así que confiaba en que el contrario apreciara su vida al menos la mitad de lo que lo hacía él.

Cuando las manos traviesas de Stark alcanzaron su entrepierna cerró los ojos olvidándose por completo de que conducía a alta velocidad. Se limitó a sentir el toque eléctrico de las yemas de los dedos del contrario, que le acariciaban por toda la superficie de su miembro sobre la tela de los vaqueros. Obvió los intereses carnales de su compañero y se concentró en los suyos propios. Quería a Tony Stark. Ya era demasiado tarde para negarlo, había caído, como un ratón cae en una trampa adornada por un pequeño trocito de queso. Anthony era aquel hombre que lo sacaba de sus casillas, aquel hombre que siendo un mortal igual que él no necesitó una fórmula química para convertirse en un héroe, y eso le hacía admirarle entre otras cosas. Ese malcriado hombre tenía un magnetismo sobrehumano envuelto por un físico perfecto, y tampoco había olvidado el sabor insuperable de su piel. Echó su cabeza hacia atrás, apoyándola sobre el hombro izquierdo de Tony, disfrutando de aquella mezcla de adrenalina y pasión.

-¡Steve!-gritó percatándose de que el rubio estaba con los párpados cerrados, completamente absorto y se había olvidado de la carretera.

-¿Tienes miedo?-habló sin moverse sintiendo los nervios del otro. Stark quitó sus manos de la bragueta de Rogers y lo agarró fuerte de las caderas.

-¿Y tú?-preguntó para no responder.

-Merece la pena el riesgo.-

Es posible que esa leve conversación llevase un doble sentido. La sensación de vitalidad intensa los avivaba, y que la muerte acechase y pudieran retarla aumentaba exponencialmente esa emoción. Quizás sus trabajos habían hecho que se volvieran algo temerarios.

-Toma el manillar.-mandó Rogers cogiendo una de las manos de Tony, guiándolo cuidadosamente hasta la dirección de la motocicleta.

El genio no protestó. Cuando sostuvo firme la dirección, Steve la soltó y en un movimiento grácil se giró sobre el asiento quedando cara a cara con él. Los nervios del castaño subieron de nivel, sólo pudo liberar una sonrisa torcida para ocultar su intranquilidad.

-No desaceleres.-y dicho esto Steve lo abrazó. Ahora era Stark quien cerraba los ojos. Apretó los puños del manillar con ímpetu mientras el rubio se dedicaba a besarle dulcemente el cuello. Tendrían un accidente, de eso estaba seguro.

Se apartó un segundo, fijando su vista de nuevo en la calzada, una sonrisa amplia y relajada apareció en su rostro, hasta que divisó su torre a lo lejos.

-Cap.-

Steve dejó lo que estaba haciendo, recuperó su posición y dominó el vehículo reduciendo gradualmente la velocidad. Estaban abandonando la autopista, deseó cambiar de rumbo y llevarse a Tony a cualquier lugar lejos de espectadores y prejuicios.

Descontrol. (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora