cuarenta y siete.

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La mayor parte de mi vida, creí que el amor era simplemente sentir las famosas mariposas en el estómago y tener esa sensación de alegría cuando aquella persona estaba contigo.
Pero poco a poco me daba cuenta de que eso no era amor. Tal vez era un enamoramiento pasajero.
A veces escuchaba a personas decir lo mucho que extrañaban a sus ex parejas. Para ser sincera, me parecía estúpido que tras tanto tiempo no hubieran superado aquel amorío que ya estaba en el pasado.
Pero lo cierto es que ya comenzaba a entender todo.
Celia me hablaba constantemente, y me contaba acerca de Rubén. Eso me impedía olvidarlo y me hacía pensar demasiado en él. Encima, no había un solo día en que no me acordara de lo que Bere me dijo acerca del destino. Cuando la escuché, la tomé por loca y le pedí que no dijera tonterías. Pero entre más pensaba en ello, más sentido tenía.
Estábamos en Agosto de 2011 cuando sucedió algo que cambió mi perspectiva de las cosas en su totalidad.
Billy y yo caminábamos por en el parque, tomados de las manos. Escuchaba el tintineo suave de las llaves que él llevaba, y el breve sonido de mis tacones tocando el suelo.
Dos días antes habíamos regresado de visitar a los familiares de Billy en San Francisco.
- Estoy tan cansada. - Susurré.
Billy bufó.
- Cariño, es la quinta vez que dices eso.
- ¡Es que realmente estoy muy cansada, Billy!
Él giró los ojos levemente y giró las llaves en su dedo. Luego haló de mí levemente y me llevó hasta el auto.
Suspiré y entré por la puerta del copiloto, esperando a que él subiera. En cuanto lo hizo, puso el auto en marcha y nos dirigimos a casa.

Me metí a la ducha, dejando que el ligero vapor que ahora se encontraba en el cuarto de baño me relajara. La suave música que sonaba me hizo sentir un poco más calmada, y a la vez me incitaba a dormir.
Escuché algo de ruido proveniente de la habitación. Al parecer eran dos personas conversando... o discutiendo. Cerré la llave de la ducha y me coloqué la toalla, pero dejé la música puesta, o los intrusos se darían cuenta de que quería oír su conversación. Me acerqué a la puerta, y pegué mi oído en ella.

- ... tonto, ¡te lo dije! - alcancé a escuchar. La voz era de una mujer. No me era conocida en lo absoluto.
- ... ¡no es mi culpa! - Ese era Billy hablando.
Escuché otros murmullos, pero no podía distinguir de qué hablaban.
Bueno, si Billy exigía de mí que le contara todo, y no le mintiera, yo también podría hacerlo. Seguro no era nada que me estuviera ocultando.
Me vestí rápidamente, y abrí la puerta del baño.
En la habitación se encontraba una chica de estatura promedio, era castaña, y tenía unos ojos grandes. Era hermosa, a decir verdad. Billy se encontraba mirando hacia la ventana, dándole la espalda a la chica. Estaba masajeándose las sienes, como signo de estrés.
- ¿Qué pasa? - Pregunté, confundida.
La chica me miró, su rostro se llenó de sorpresa y furia. Caminó apresuradamente hacia Billy, hizo que se girara y le dio una enorme bofetada. Me cubrí la boca y abrí los ojos como platos. ¿Qué diablos estaba sucediendo?

Ahora la chica me miró a mí.
- Lo siento, no sabía que eras su novia, de verdad. Ni siquiera me dijo que tenía una. Enserio lo siento. - Dijo antes de salir, dejándome aún más confundida.
Billy se dispuso a seguirla, pero lo detuve a medio camino, tomándolo del brazo.
- Explícame qué sucede.
Él me miró, y se mordió el labio. Bajó la mirada y caminó nuevamente hacia la ventana.
- Explícame, ahora. - Exigí.

- La embaracé. - Murmuró.

Reí.
- Lo que faltaba.
- No me vengas con eso, porque tú y Rubén siem-
Lo interrumpí.
- Rubén y yo no nos hemos visto desde que él se fue. No podría serte infiel. De cualquier manera, no puedes exigirme nada ahora.

Salí de la habitación dando un portazo, y me senté en el sofá, esperando a que las lágrimas salieran. Pero nunca lo hicieron.
Lo que Billy había hecho no me dolía en lo más mínimo.
Fue en ese preciso instante cuando me di cuenta de que no sentía nada por él, y de que la persona a la que quería era otra.

Había estado pensando en la posibilidad de mudarme a Los Ángeles, quería conseguirme una vida nueva. Y esta era mi oportunidad. Terminaría con Billy y me iría.
Lo único que me detenía era que iba a extrañar a mis amigos. Pero enserio necesitaba irme. Urgía que lo hiciera.
Me levanté del sofá y caminé hacia la habitación nuevamente. Billy me miró, y se acercó a mí.
- Ni se te ocurra tocarme. - Le dije, haciendo que se detuviera.
- Enserio lo siento... Perdóname, es que sentía que me hacía falta el cariño de alguien, y acudí a ella...
- Ya cállate. Tus explicaciones no me interesan, Billy. He estado esperando el momento para hacer esto y creo que ya es hora.
- ¿Hacer qué?
- Se acabó. Ya no quiero ser tu novia. - Espeté, y al instante sentí un alivio inmenso.

Por fin lo había dicho.
Billy me miró, sorprendido. Se quedó así por algunos segundos, hasta que habló.
- Bien. Pero te tendrás que ir tú, porque soy yo quien mantiene esta ca...- lo interrumpí.
- Me voy a Los Ángeles.
Él comenzó a reírse. ¡Se estaba burlando de mí y de mi plan!
- Claro. ¿Con qué dinero?
Giré los ojos, y me acerqué a la cama. De debajo saqué un frasco con ahorros.
- ¿Alguna otra pregunta? - Cuestioné, sarcásticamente.
Billy se cruzó de brazos y suspiró.
- Pues no.
- Bien. Ahora quiero que salgas de aquí, porque no quiero ver tu maldito rostro. Y tengo que preparar mis maletas.
Mi ex novio caminó fuera de la habitación, dejándome sola.

Como era de esperarse, lo primero que hice fue llamar a mis amigas. Les conté a grandes rasgos lo que había sucedido, y también les dije lo que tenía pensado hacer.
No estuvieron muy de acuerdo con mi partida, pero lógicamente dijeron que iban a apoyarme en lo que fuera necesario.

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lo subí por accidente pero ya da iguá

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