dos.

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El día 28 de diciembre, Rubén y yo decidimos ir a una fiesta, organizada por un chico que asistía al mismo instituto que nosotros.
Aquel día me puse un vestido color rojo, y encima un abrigo negro.
Hice un enorme sacrificio poniéndome unos zapatos de tacón. Sabía que en cualquier momento podría llegar a arrepentirme porque estaba haciendo un frío que te cagabas encima.
Le pedí a Rubén que nos viéramos en el lugar de la fiesta. Así mis padres no lo verían y por lo tanto no me abrumarían con preguntas.

Después de estar lista, le pedí a mi padre que me llevara. Al llegar, me despedí de él y entré a la casa.

Busqué a Rubén con la mirada, y al verlo una sonrisa se dibujó en mi rostro.
Me acerqué a él y lo saludé con un beso en la mejilla. Después fuimos a sentarnos, y platicamos un buen rato. Él me contó que había estado hablando con un chico llamado Mangel, a quien conoció por internet. A mí me parecía algo muy extraño. No sabía cómo era posible que una persona entablara una amistad con otra sin siquiera conocerse cara a cara.

Era raro.

Al rato, Rubén me dijo que bailáramos.
Ambos nos levantamos y comenzamos a bailar.

Pasaron aproximadamente cuatro horas, y decidimos que lo mejor sería irnos, puesto que el ambiente comenzaba a ponerse pesado. Le había dicho a Rubén que no quería volver a casa borracha.

Le pedí a mi padre que pasara a recogerme. Él me dijo que iba a llegar en unos veinte minutos, así que Rubén y yo salimos de la casa a platicar un rato.

- Deberíamos tomarnos una foto. - Dijo él.

Yo asentí con la cabeza, y él sacó su cámara.
Tomó una foto de nosotros dos, abrazados y sonriendo. Luego tomó otra en la que hacíamos una mueca.

Comencé a temblar, y Rubén me ofreció su suéter.

- Pero si tengo abrigo. - Dije.

Él se quitó el suéter y me lo tendió.

- Igual, veo que tienes mucho frío. Ten.

Tomé su suéter y me lo coloqué, sintiendo al instante cómo el frío se iba.

- Gracias. - Susurré antes de recargar mi cabeza en su hombro.

Él rodeó mi cintura con su brazo y suspiró. Me acurruqué en su pecho mientras miraba la nieve cayendo.

Cualquier persona hubiera pensado que éramos novios. Pero lo cierto es que yo no sentía nada por Rubén. No dudaba de ello; lo único que yo pretendía con él era una larga amistad.

Cuando divisé a lo lejos las luces del auto de mi padre, me separé de Rubén rápidamente, para luego darle su suéter y despedirme de él. Me alejé a una distancia considerable, y esperé a que papá detuviera el auto frente a la casa. Subí y lo saludé, para que luego él pusiera en marcha el auto.

Cuando llegamos a casa, subí los escalones hacia mi habitación, pero aquel intento por escapar fue en vano, puesto que mi madre hizo aquella pregunta.

- ¿Con quién te pasaste la noche? - Cuestionó ella, no en un tono de enojo, sino pacíficamente.

Paré en seco y comencé a bajar los escalones hasta llegar al sofá donde estaba ella.

- Yo...

Era el momento, y lo sabía.

Papá se sentó junto con nosotras y abrazó a mi mamá. Tenía que decírselos a ambos.

- Estuve con Rubén. Rubén Doblas, del instituto.

- ¿El chico que te llama todos los días? - Preguntó mamá.

No susurré lo suficientemente bajo cuando hablaba con él.

- Sí.

Cerré los ojos esperando un regaño, y en lugar de eso escuché un:

- Vale.

Noruega. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora