FINAL.

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Abro la maleta, y comienzo a ver qué voy a ponerme para esta noche. Todo el esfuerzo está rindiendo sus frutos, y por fin comenzaremos con lo que él había prometido meses antes.

Han pasado ya tres años desde que me mudé a Los Ángeles. Las cosas cambiaron muchísimo.

Estando allí, conocí a muchas personas, sin embargo, nunca me olvidé de mis amigos. Tenía constante comunicación con Dyre, Shelby y Bere, e incluso con Celia.
Esta última me mantenía muy al tanto de Rubén. A veces llegaba a cansarme, sinceramente. Una vez me contó que Rubén estaba prosperando en YouTube.
Mi mente se transportó a una de las veces que salimos juntos cuando él vivía en Noruega.

- Tengo doce suscriptores en YouTube. - Dijo Rubén en cuanto cruzamos la puerta de entrada a aquel lugar donde jugábamos bolos.

Comencé a reír enseguida.
- Ay, Rubén. Es que nadie usa YouTube. - Respondí.
- Bueno, pero en un futuro voy a hacer muchos vídeos geniales y tendré millones de suscriptores. Y me van a amar todos.

En cuanto terminó su frase, estalló en carcajadas, junto conmigo.

¿Cuándo me iba a imaginar yo que eso iba a hacerse realidad? No me había cruzado por la mente cuando él lo dijo. Y bueno, imagínenme después, viendo uno de sus videos, y en lugar de estar riendo, soltaba lágrimas. Lo extrañaba, y mucho. Nunca dejaría de hacerlo, Rubén fue alguien muy especial en mi adolescencia.

Créanme si les digo que las cosas dieron un giro muy grande e inesperado. Para empezar, viviendo en Los Ángeles, aprendí muchas cosas de diseño gráfico gracias a un curso que tomé. Me llevó tiempo y esfuerzo, claro está, pero valió la pena, totalmente.

Poco después fue cuando vi uno de los videos de Rubén por primera vez. Se hacía llamar "el Rubius". Y a pesar de tanto lagrimear, seguí viendo uno tras otro video. ¡Tenía videos hasta con Mangel! Estaba muy feliz de haberlo encontrado, y al menos tener una partecita de él cerca de mí. Incluso me suscribí a su canal de YouTube.

Y una vez más, estaba yo, con toda la disposición del mundo, para seguir adelante. Quería ser capaz de verle la cara a Rubén sin llorar, sin pensar en el pasado.

Un día, se me ocurrió dejarle un comentario acerca de sus videos por Twitter. En ese tiempo él contestaba bastantes Tweets, ya que no estaba nadando en seguidores precisamente.

Y me respondió, sin saber que era yo.

Simplemente le había dicho que se apresurara a subir el siguiente capítulo de la serie que estaba iniciando, y él respondió "Con calma, mujéh". Realmente me pareció simpático. Estuve pensando en esas tres palabras durante días, había hablado con él, y él no lo sabía.

El tiempo pasó y mi "fanatismo" crecía. No, no era fan del famoso Rubius. Pero al menos eso era lo que pensaba Rubén, ya que siempre me encontraba en sus menciones. Después de un tiempo, recibí un mensaje suyo. Me agradecía por el apoyo que le estaba dando. No pude responder porque no me seguía, pero estaba realmente feliz.

Llegó un momento en el que yo estaba convencida de que quería ver a Rubén de nuevo. Así que le pedí a Celia que me recibiera en su casa, porque iría a visitarlos.

A los dos.

Así que un día, fui hasta el aeropuerto, compré mi boleto y esperé a que me llamaran para emprender el viaje hacia Madrid. No había hablado con Celia en una semana, más o menos. Quería que todo aquello fuera una sorpresa, así que decidí decírselo hasta que estuviera por abordar el avión.

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