3. "Confusión"

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Voy tarde. El pasillo que da a mi aula está casi desierto, y eso es lo único que necesito para saber que llevo casi diez minutos de retraso.

Sé que mis intentos por llegar a clase son en vano. De nada sirve que corra por el corredor cuando sé que la profesora Murphy no va a dejarme entrar al aula y va a mandarme directo a detención.

"¡Maldita sea!, ¡maldita sea el estúpido despertador!, ¡malditas sean las odiosas pesadillas!"


Las suelas de mis viejos converse derrapan en el instante en el que me detengo frente a la puerta. Arranco los audífonos de mis orejas y los envuelvo en un puño antes de golpear la madera con mis nudillos.

No pasan más de un par de segundos antes de que Gloria Murphy, mi maestra de álgebra, aparezca en mi campo de visión.

Una de sus perfiladas cejas se alza cuando me mira, pero se toma unos instantes para regodearse con mi mueca preocupada y avergonzada.

— ¿Si? —La arrogancia en el tono de su voz, me hace querer golpearla; sin embargo, me limito a mirarla a los ojos mientras trato de recuperar el aliento.

— ¿P-Puedo pasar? —Mi voz suena agitada y temblorosa.

Ella mira el reloj de pared que se encuentra justo sobre el pizarrón, antes de volverse hacia mí y decir—: Llevas nueve minutos de retraso, ¿crees que voy a dejarte entrar?

—Nunca he llegado tarde a su clase —protesto—. Además, ni siquiera han dado el segundo timbre.

Sus brazos se cruzan sobre su pecho, y suspira con pesadez. Parece estar dividida entre lo que quiere hacer y lo que es correcto. Finalmente, se aparta de mi camino, y dice—: Que sea la última vez que llegas tarde, Marshall.


Entro al salón de clases lo más rápido que puedo, pero sé que todo el mundo está mirándome. La humillación quema en mi torrente sanguíneo y se materializa en mi cara a manera de rubor, pero avanzo entre las filas de butacas sin levantar el rostro para no mirar a nadie.

Estoy a punto de llegar a mi pupitre habitual, cuando me percato que hay alguien sentado en él. Me congelo al instante y observo al intruso que ha osado sentarse en mi lugar. El desconocido tiene toda su atención fija en el libro de texto abierto frente a él pero levanta su vista al sentir mi cercanía.

Entonces, todo mi mundo se tambalea.


Ojos grises me observan con fijeza y un escalofrío recorre mi cuerpo, y me pone la carne de gallina. El aire se atasca en mis pulmones y un grito se construye en mi garganta. El chico del McDonald's -el que me observaba desde el otro lado de la acera cuando corrí hasta casa después de mi sesión con el psicólogo; el que ha estado atormentándome en pesadillas durante toda la maldita semana-, está aquí y me observa con una frialdad indescriptible.

Se ve diferente. Su mandíbula angulosa está libre de vello facial, a diferencia de antes, cuando mostraba una fina capa de barba enmarcando sus facciones duras; sin embargo, sé que es él. Estoy segura...

Es imposiblemente atractivo, pero no es eso lo que me ha paralizado por completo. Es la inexpresividad en su rostro lo que hace que no pueda moverme. Lo que hace que quiera correr lejos.


Luce salvaje, cruel y aterrador, y al mismo tiempo, luce tranquilo y sereno; como un depredador a punto de devorar a una presa que no tiene escapatoria alguna. La falta de emociones en su rostro es más terrorífica que cualquier gesto furibundo que haya visto en mi vida.

DEMON © ¡A la venta en librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora