17. "Tormento"

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—A Annelise le encantaba esto —la voz de Dahlia me hace alzar la vista de golpe y siento cómo mi corazón se estruja con violencia. La mención del nombre que comparto con mi mamá, es capaz de enviarme al borde de las emociones en de un segundo a otro; es algo que, desde su muerte, no puedo evitar.

Me toma unos instantes descubrir que todo mi cuerpo se ha congelado en su lugar y que la mano con la que sostengo la cuchara de madera me tiembla. Un nudo se instala en mi garganta a toda velocidad, pero trato de ignorarlo mientras que me obligo a volver la vista hacia la carne molida bañada en salsa de tomate que preparo.

Los ojos me arden, la garganta me duele y, de pronto, me siento incapaz de mover un solo músculo. Quiero obligarme a seguir cocinando, pero no puedo dejar de temblar. No puedo dejar de dibujar el rostro de mi madre en mi cabeza.

La habitación en la que nos encontramos se siente pequeña de un segundo a otro y me falta el aliento; sin embargo, me obligo a mantener la mirada serena antes de responder un débil—: Lo sé...


El silencio se extiende largo y tirante entre nosotras, pero yo ya no puedo salir del agujero. Decenas de recuerdos tortuosos se arremolinan en mi cabeza y me obsesiono con ellos. No dejo de reproducir la imagen de mi madre en la cocina las tardes de viernes, cuando preparaba lasagna sólo porque era el inicio del fin de semana.

Puedo recordar un día en particular. Ese en el que, con su voz amable y tranquila, le explicó a Freya porqué nosotros sí comíamos carne cuando ella la detestaba. Ese en el que miró de forma reprobatoria a Jodie por decirle a Freya que, si no comía carne, iba a morir por falta de proteínas. Recuerdo con mucha claridad la forma en la que reprimí mis carcajadas para no restarle importancia al reproche implícito en la mirada de mi madre y, también, recuerdo el sonido de la risa de mi padre, quien nos escuchaba desde la sala.


—Lo lamento —la voz de Dahlia me saca de mi ensimismamiento—. No debí decir eso en voz alta. Es sólo que... —mi atención se posa en ella y palidece al instante—, ¡Dios!, —da un paso en mi dirección y se detiene en seco, con una expresión culpable en el rostro—. Lo siento tanto, Bess. No quería hacerte llorar. Créeme que era lo que menos intentaba conseguir.

Es sólo hasta que lo menciona, que noto el sabor de mis lágrimas sobre mi labio superior. Es sólo en ese momento en el que me percato del calor húmedo que corre por mis mejillas. Trato de limpiar mi cara con el dorso de mi mano buena, pero no lo consigo del todo. No cuando el llanto es así de intenso.

Una risa amarga brota de mi garganta y niego con la cabeza.

—No sé qué me pasa —digo, pero sé exactamente qué es lo que sucede—. No suele afectarme tanto hablar de ella, es sólo que...

—Lo sé —Dahlia me interrumpe, mientras asiente con la cabeza—. Yo también la extraño.

Lágrimas nuevas se agolpan en mis ojos, pero me obligo a esbozar una sonrisa temblorosa.

"A veces la extraño tanto, que siento que no podré soportarlo." Quiero decir, pero las palabras se atascan en mi garganta. "Hay días en los que no tengo fuerza suficiente para levantarme de la cama porque sé que ella ya no está. Porque sé ninguno de ellos está aquí conmigo. Antes, me pasaba el tiempo pensando en lo fácil que sería para todos que yo también hubiese muerto. Tú no habrías tenido que cargar conmigo, ni habrías tenido que renunciar a tu estudio para darme una habitación. Ahora mismo podrías estar con Nate, en su cena de negocios, en lugar de estar estancada aquí, con una adolescente que no tiene una idea de qué demonios hacer con su vida."

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