Capítulo diez

67 7 0
                                    

Levanto la vista y veo que él está con los ojos entrecerrados. Los primeros rayos de luz se asoman por la ventana. Pongo el dedo en la página del diario y le toco el hombro. Él abre los ojos por completo.

― ¿Qué pasa?―pregunta, frotándose los ojos.

―No me estás prestando atención.

Él me mira con los ojos entornados.

―Claro, mis sentidos no están muy al pendiente a las cuatro de la mañana.

Hago un puchero.

Aunque ya está amaneciendo, sigo sintiendo el mismo miedo de antes. O peor. Me aterra saber que, al cerrar los ojos, vea sus profundos mares. Me asusta que vuelva a escucharlo sonreír en mi conciencia. Pero más me asusta saber que no lo perdoné en vida y, por ende, nunca me perdoné a mí misma.

―Por favor. Ya se está acabando.

Él asiente. Se inclina hacia adelante y pone su cabeza sobre mis piernas. Suspira.

―Puedes proseguir.

Suspiro igual.

Ahora comienza todo.

"26 de septiembre de 2015.

Querido diario:

A veces quisiera que las cosas se detuvieran. Que el tiempo se frisara en los buenos momentos y me dejara disfrutarlos por más segundos. Hoy Hernie me dijo que no podíamos seguir hablando. Fue como si me hubieran matado. Comencé a llorar.

Es entonces cuando quisiera solo retroceder el tiempo a hace dos días, cuando él me confesó que me había contado cosas que nunca se las había dicho a nadie. O cuando, horas antes, me miraba con ojos centelleantes.

Quiero arreglar las cosas. Quiero decirle que lo amo. Quiero abofetearlo por ser tan estúpido y no darse cuenta de que lo amo. Pero, en días como estos, que él me sale con cosas sin ninguna razón, son los días en los que quiero renunciar a él y renunciar al amor."

Antes de nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora