Capítulo VI

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Al despertar seguía sintiéndome cansada. Ponny no había dejado de moverse en toda la noche y estaba convencida de que al menos algunos de mis cardenales eran obra suya. Debía de haberse despertado antes que yo, pues no estaba en la habitación. Estuve tentada de dejarme caer de nuevo sobre la almohada y dormir un poco más; sin embargo, había asuntos de los que solo yo podía ocuparme y no debía posponerlos por más tiempo.


Parpadeé para proteger mis ojos del sol de la mañana, me desperecé y me senté en la cama entre gemidos. Me dolía todo el cuerpo. La puerta se abrió sin hacer ruido y Ponny entró de puntillas; aunque al comprobar que estaba despierta, la cerró y se dejó caer rápidamente a mi lado.


-Señorita Candice -sollozó chocando contra mi hombro dolorido. Hice una mueca de dolor-. Lamento tanto haberme quedado dormida antes que usted, pero disparar a aquel hombre fue algo espantoso y confieso que creo que le alcancé, aunque no estoy del todo segura porque estaba tan oscuro...


Se detuvo para tomar aire y aproveché para interrumpirla antes de que volviera a empezar.


-No, Ponny, por favor, no te disculpes por nada. Ahora, si eres tan amable de ayudarme a vestirme, tengo que ir a ver a James.


-Oh, por supuesto, señorita, aunque no tiene que preocuparse por él. Una mujer llegó esta mañana temprano y dijo que venía a cuidar del enfermo. Ha tomado el mando de la habitación como si fuera suya.


-¿Una enfermera? -Me pasé el vestido por la cabeza-. Pero... ¿de dónde ha salido? Aún no he tenido la oportunidad de hablar con nadie. ¿La ha enviado el doctor?


-Ay, no. Él estaba allí cuando llegó y parecía tan sorprendido como los demás.



Acabé de vestirme lo más rápido que pude haciendo caso omiso de mis doloridos músculos y crucé el descansillo hacia la habitación en la que había dejado a James. La puerta estaba abierta y una mujer menuda y rolliza estaba inclinada sobre la cama. Se volvió al oír mis pisadas y se apresuró hacia la puerta.


-Ah, usted debe de ser la joven de la que me habló -resolvió en voz baja-.Ajá, demasiado joven para ocuparse de este tipo de cosas. Ya veo que él tenía razón, sí, toda la razón. Ahora ya no tiene que preocuparse por nada. Lo tengo todo bajo control.


La miré sorprendida.


-Gracias, le agradezco mucho que haya venido... -Hice una pausa esperando por su nombre.


-Oh, discúlpeme, he olvidado mis modales. Soy la señora Nutley.


Hizo una reverencia sujetándose la falda con sus manos pequeñas y limpias. Sus mejillas redondas y sonrosadas temblaron un poco con el gesto. Llevaba su pelo castaño recogido en un moño impoluto. Me gustó muchísimo.


-Estoy encantada de conocerla y muy agradecida de contar con su ayuda. Pero permítame que le haga una pregunta. ¿Quién la ha contratado?


La mujer apretó la boca en forma de corazón y juntó las manos.


-No, no, no puedo decírselo. Prometí que no lo haría. Y no siga preguntando, querida, pues no me apetecería nada tener que ser descortés, pero debo mantener mi promesa.


Me eché hacia atrás sorprendida.


-Bien, entonces... -No encontraba las palabras. Eché un vistazo por encima de su hombro y vi a James en la cama, pálido, con los ojos cerrados-. ¿Cómo está el paciente?


La señora Nutley me rodeó con el brazo y me guió hacia la puerta.


-Se encuentra bien, pero ahora está descasando. Vaya abajo y, por favor, no se preocupe por nada, lo tengo todo bajo control. Podrá despedirse de él más tarde -respondió con una sonrisa. Sus mejillas sonrosadas parecían dos manzanas bajo sus ojos alegres.

La Dama RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora