CAPITULO 5: MANOS A LA OBRA.

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Tercer problema: Armas, necesitaba algo con que defenderme si es que llegaba a necesitarlo. Por suerte teníamos un machete de mango naranja en la azotea, lo usábamos para trabajo de jardín, lo tome junto a la piedra para afilar, también debajo de mi cama tenía una caja, una caja con algunas cosas que conserve de mi papá, entre ellas había una navaja de supervivencia bastante grande con su funda.

En esa caja tenia diversas cosas: unos binoculares, una brújula, la navaja y la carta de mi padre; la carta que dejo antes de morir... bueno seguro que ahora te preguntaras a que se dedicaba mi papá para tener todo eso guardado, mi padre era médico, cardiólogo para ser exactos, técnicamente esas cosas pertenecen a mi abuelo, él era militar y mi padre guardo algunas cosas suyas después de morir y a su vez cuando el murió yo las guarde... mi padre murió de cáncer, y antes de morir de hecho un día antes nos dio una carta a mi mamá, a Tom y a mí. Pero en ese momento la mantuve cerrada.

Un año había pasado desde su muerte y yo no había podido abrir aquel sobre, sentía que nunca podría así es que solo lo puse sobre la cama, no quería abrirlo pero tampoco quería perderlo, si tu has perdido a alguien quizá me entiendas. Ese sentimiento de vacío... es algo que te lastima y tratas de ignorarlo, pero cuando lo recuerdas ves una cicatriz que te trae recuerdos. Recuerdos que abren la herida.

Pero ese no era momento de ponerme nostálgico.

-Concéntrate- murmure para mí mismo.

Ya con un plan y un poco más tranquilo baje al comedor y observe la comida que saque de la alacena, había poca cosa en realidad y maldecía a Fernando y Alexis en mis adentros. Sin embargo el que fuera poca comida no me detuvo al momento de devorar la mitad de mis provisiones, una caja de cereal, tres sopas instantáneas, un litro de agua y dos bolsas de frituras fue lo que comí.

Saque la carne del congelador, forme las tiras más finas que pude, las bañe en limón y sal y las deje al aire libre en la azotea. Vacié mi mochila de la escuela y empaque cuatro litros de agua, cinco latas de conserva (fruta enlatada) y medicinas: paracetamol, naproxeno, loratadina, antibióticos, gasas y agua oxigenada, medicamentos simples.

Revise la hora y eran las seis de la tarde así que tome una ducha, una muy larga ducha, deje que el agua me recorriera mientras pensaba con la cabeza recargada en la pared.

¿Mi mamá estaría bien? ¿Mi hermano? ¿Efectivamente están en santa clara? Y todas esas preguntas tenían la misma respuesta: No sé.

No sé, no sé.

En otras palabras no tenía ninguna certeza, solo tenía esperanzas, esperanzas de que mi familia estuviera bien, esperanzas de que estuvieran en Santa clara y esperanzas de que yo llegara ahí con vida.

Luego estaba Luis, ¿Cómo estaba él? ¿Habría salido de la ciudad? O... ya era un zombi, un infectado. Todo eso solo me abrumaba y me daba un dolor de cabeza.

Salí de la ducha y al llegar a mi habitación me cambie y me dispuse a dormir. Cosa que claramente no pude hacer a causa del silencio... lo sé, bastante raro ¿No? Se supone que el silencio te ayuda a dormir, si y no, en mi caso estaba acostumbrado a cierto ruido, el de los autos al pasar por la calle o el de los ladridos de los perros... cualquier leve sonido, pero no, en ese momento el único ruido que de vez en cuando interrumpía el silencio eran los grillos y los gritos de los infectados, estos últimos me ponían los pelos de punta.

Di vueltas en mi cama tratando de acomodarme pero simplemente no podía, así que frustrado me asome por la ventana... el escenario era bastante... ¿raro? Las luces de las calles de la ciudad estaban encendidas, pero las luces de las casas no, no había ruido de autos, ni de personas y las ventanas de las casas no arrojaban ninguna luz.

-Vaya...

Fue lo único que pude decir ante tal escenario.

Cuando por fin conseguí dormir tuve una pesadilla.

Caminaba solo, solo entre una profunda oscuridad, no sabía en qué dirección caminaba, no era capaz de ver mis propias manos, ¿entonces como sabía que caminaba? Sencillo... porque mis pasos resonaban en aquel vacío... escuchaba susurros, susurros que no podía comprender pero que fueron aumentando y de golpe escuchaba sirenas de ambulancia, de patrullas, gritos de terror, gritos de personas pidiendo ayuda, explosiones. Todo eso al mismo tiempo y me lastimaba los oídos.

-¡Basta!-trate de gritar pero los ruidos eran más fuertes... De pronto, silencio, un completo y sepulcral silencio, solo resonaba en aquel vacío mi respiración- ¿Qué es esto?- pregunte.

En eso un grito ni animal ni humano rompió el silencio, un grito con el que empezaba a familiarizarme... y de la oscuridad salió un infectado, corriendo hacia mí, yo trate de correr pero no podía moverme, era como si mi cuerpo ahora fuera de piedra, él salto y me tumbo al piso.

Sus ojos completamente blancos me miraron por un instante mientras la baba le escurría por la boca, lanzo un grito y me clavo los dientes en mi mejilla arrancándome la piel, me estaba devorando yo gritaba de dolor pero no podía moverme... hasta que mi cuerpo y mi voz se apagaron, y ahí pude ver mi rostro sangrante y completamente desfigurado.

Desperté de golpe y caí de la cama, volteaba a todos lados hasta recordar que estaba en mi cuarto y que todo había sido una pesadilla... bueno no todo, aún estaba en el fin del mundo.

LA INFECCIÓN I - ENTRE LOS INFECTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora