CAPITULO 6: EL EXTERIOR.

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Esa pesadilla me dio algo en que pensar, si ya tenía cubiertos brazos y piernas ¿Por qué no hacer lo mismo con mi cara? Así que decidí usar el casco de motocicleta de papá. El casco azul con franjas blancas en teoría debería mantener mi cara a salvo.

Me hubiera gustado viajar en moto pero está en Santa Clara. También tome la decisión de llevarme mi celular, aunque no sirva para hacer llamadas aún tengo música y fotos, algo es algo.

Deje pasar un día más en lo que la carne se deshidrataba bajo el sol, una vez vi a mi madre preparar carne deshidratada; sin embargo si había otra forma más rápido de hacerlo, lo siento, pero es la única forma que conozco.

Pasar el día en el apocalipsis es... ¿raro? Aunque creo que aburrido es la palabra más adecuada, cuando ya tienes una rutina de levantarte, ir a la escuela, estar medio día allá, hacer la mitad de la tarea, dormir, levantarte a media noche porque olvidaste hacer la mitad de la tarea y tener esa corta platica mental contigo mismo sobre si irte a dormir o hacerla. Para que obviamente mañana hagas todo un minuto antes de empezar la clase, cuando tienes todo eso y de pronto todo el mundo desaparece dándote la libertad de hacer lo que quieras...

Simplemente no sabes qué hacer con todo ese tiempo, no hay internet ni medios de comunicación en general, no tenía con que distraerme, solo con mis paranoias. Mejor decidí pasar el día afilando el machete, leyendo cualquier cosa, escuchando música, básicamente manteniendo mi mente ocupada. He escuchado de náufragos que por estar mucho tiempo solos pierden la cordura y la única forma de evitarlo es manteniéndote ocupado. Tal vez exagero y no por estar un dia solo me volveré loco, pero tú me entiendes.

En la noche dormir fue difícil, con los gritos de los infectados y de vez en cuando uno que otro disparo solo hicieron que pensara como puede estar pasando esto... hace una semana todo era normal y ahora hay infectados/zombis por las calles, como mi vida ha dado un giro radical. Algo que como dijo el tipo de la radio... esto es algo que nadie esperaba.

Bueno en pocas palabras creo que eso ha sido todo lo que he hecho en este par de días.

Ha llegado la hora, estoy frente al portón de mi casa ya preparado, vestido y armado lo mejor que puedo, con el casco puesto y el machete en mano.

El miedo genera mil escenarios posibles donde fracaso aparecen en mi mente. ¿Estás seguro de esto? me pregunta una voz en mi cabeza. A lo que respondo: No tengo opción.

Y antes de que el miedo me detenga abro la puerta y salgo al exterior, a las calles desiertas de mi ciudad, la ambulancia y la patrulla a mi derecha y una calle vacía a mi izquierda, mi corazón late mil por hora y puedo jurar que estoy temblando.

Estoy temblando y aun no me encuentro con un infectado, voy a donde está la patrulla con la esperanza de encontrar armas y con cada paso que me acerco un olor nauseabundo inunda mis fosas nasales haciéndome toser, al llegar me encuentro el cuerpo de un policía en el suelo con un gran charco de sangre oscura alrededor, le falta el antebrazo y la pierna derecha y el olor... el olor me hace quitarme el casco y vomitar un poco.

No tiene armas. Pero si conseguí una imagen que no podre sacar de mi cabeza.

Con muchas nauseas reviso la parte trasera de la ambulancia y gracias a dios no hay cadáveres, solo grandes manchones de sangre sobre una camilla vacía. No hay nada de equipo médico en el interior. Alguien ya tuvo la misma idea que yo y se adelantó...

-Ahora lo que sigue...- digo en voz baja mirando en dirección al centro de la ciudad- buscar a Luis.

...

Las calles están desiertas o bueno casi desiertas. Hay infectados rondando por muchas de ellas y me toca rodear varias de estas... el paisaje no es muy alentador, autos vacíos o chocados, tiendas y puestos cerrados o destruidos, basura y cadáveres, un olor similar a... ¿te ha tocado ir por la calle o carretera y encontrar el cadáver de un perro? Bueno, ese aroma multiplicado por diez veces, cadáveres de hombres, mujeres, niños... enteros, mutilados o desgarrados y comidos hasta los huesos, imágenes que me acompañaran por el resto de mis días.

Esta realidad es simplemente irreconocible, por las calles que alguna vez camine tan tranquilamente ahora tengo que ir agachado y con los huevos de corbata, con los endemoniados gritos de los infectados manteniendo mi corazón al borde del ataque... camino por las calles lo más rápido que puedo, si veo un infectado me escondo tras los autos y espero a que se vaya.

Pero conforme más me acerco al centro la cantidad de infectados aumenta.

Avanzo por una calle solitaria y al doblar por una esquina veo tres figuras agachadas en el mismo lugar y me escondo tras un auto. Son tres infectados y comen lo que parecen ser los restos de un desafortunado perro.

Tengo que rodearlos, retrocedo y un vidrio cruje bajo mis pies, los tres infectados giran en mi dirección y miran el auto. Contengo la respiración y los tres sueltan un grito infernal al mismo tiempo mientras corren hacia mí.

Corro lo más rápido que mis piernas me permiten, corro con tres infectados a mis espaldas, huyo del pensamiento de que voy a morir.

Sus gritos no solo me erizan la piel, sino que también llaman a mas infectados.

Como si gritaran: la comida está servida.

Voy a morir voy a morir voy a morir voy a morir. Me repito mentalmente mientras me arden las pantorrillas.

No quiero morir... pienso mientras esquivo a un infectado que me pasa rosando. No se cómo lo hice pero no es tiempo para pararme a preguntar.

La mochila me retrasa, me incomoda al correr, esquivo basura, cadáveres, autos, salto por encima del cofre de una camioneta y algunos de ellos se estampan contra el vehículo. Pero el resto les pasa encima.

Giro la cabeza en todas las direcciones presa del pánico.

Izquierda calles, derecha edificios.

Corro a la derecha entrando a un edificio lo más rápido que puedo, con ellos a mis espaldas, subo las escaleras de uno en uno, de dos en dos, saltando de tres en tres.

Mis piernas arden y siento ya no poder ni con mi alma, el casco no me deja respirar bien y no sé cómo me da la sensación de que me están respirando en el cuello si lo tengo tapado.

La puerta de una habitación está abierta.

Este es un hotel- pienso al ver el numero 210 encima de la puerta.

Entro azotando la puerta a mis espaldas y los infectados aporrean la puerta. Trato de recuperar el aliento pero la puerta tiembla fuertemente, hay un librero a un lado y lo tiro bloqueando la única entrada y salida.

-Eso no va a detenerlos, la puerta va a ceder en cualquier momento- me digo a mi mismo al ver las bisagras sacudirse.

Escudriño el lugar, una cama más adelante, un ropero, una mesita de noche, una televisión y un baño.

¡¡¡Haz algo ya!!!

Hay un gran ventanal al fondo de la habitación. Recorro las cortinas y veo un árbol enfrente, una de sus ramas esa a unos cuatro metros de distancia de mí. Tomo la mesita de noche y la arrojo al ventanal, rompiendo ambas cosas.

Retrocedo tomando impulso, mi corazón se va a salir de mi pecho, los gritos de los infectados me llenan de miedo e ira al mismo tiempo. Corro con las fuerzas que me quedan. Corro esperando que no sea una mala idea. Salto sabiendo que mi vida depende de ello. Un momento mis pies tocan el piso y al siguiente no, dándome un vacío en el estómago.

Estiro los brazos y... mis dedos se aferran a la rama.

LA INFECCIÓN I - ENTRE LOS INFECTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora