Pequeña Inspiración

XX

El amante suicida

Las paredes de la habitación están cubiertas por alguna clase de espuma blanca igual que el suelo y la puerta, ésta tiene un pequeño cristal, sombras se mueven detrás de éste. Hay una pequeña colchoneta en el suelo, un pequeño esqueleto tembloroso descansa allí.

Parece que es un chico, su cabello es negro, sus ojos son saltones y azules, una extraña combinación. Es alto pero tiene una extrema delgadez.
Se abraza así mismo y parece que mira a la nada. Está lleno de moratones y murmura cosas sin sentido mientras mece su cuerpo.

«Sangre. Puedo oler la sangre. Está por todos lados. ¡Sáquenme de aquí! Grito pero no me escuchan ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? Malditos. Malditos los que aquí me han encerrado. Ardían de envidia al verme feliz. Al verme con él. Aún no lo creo, no, no, no. Lo masacraron. Arrancaron sus uñas una a una, usando clavos como palancas, ese sufrimiento fue totalmente innecesario ¿Por qué? Después de hacerlo cortaron sus dedos ¡Todos y cada uno de ellos! Sacaron sus ojos con una cuchara. Después de, lo que para mí fue una eternidad, sus gritos dejaron de resonar en las paredes. Vi su cabeza estrellarse en suelo, vi como toda su sangre se derramaba y quedaba fuera de su hermoso cuerpo, lo vi todo ¡Ellos me obligaron! Y después me dejaron ir, me abandonaron junto a un tarro con ácido, pensaron que me suicidaría ¡Estúpidos! Ojalá tuviera tal valor lo hubiera hecho junto a él en alguna de las tantas veces que me lo pidió porque no aguantaba el rechazo. Grité,  grité hasta que mi voz dejó de salir, mis cuerdas vocales de resintieron y dejaron de funcionar tal como mis ojos después de que el ácido los invadiera. No pude evitarlo, tuve que deshacerme de mi vista sólo así pude verlo. No vi su cara sangrienta, no. Vi su sonrisa y sentí sus brazos rodearme. Valió la pena pasar el dolor sólo por verle feliz una vez más. ¿Qué tanto sacrificio estarías dispuesto a hacer sólo por verle feliz?»