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—Primero que todo —comencé—, espero que seas feliz con ella. Espero que ella te ame como lo hago yo. Espero que seas tú mismo con ella —lo que dudé apenas dije— y creo que eso es todo. ¿Por qué no solo dijiste el jueves que no tuviese esperanza sobre esto?

—Porque no lo sabía. Ella me lo dijo el viernes.

Entonces yo era lo que tenía porque no había más nada. Entonces el quiero estar solo por ahora, en realidad era: dame tiempo de encontrar a alguien mejor.

—Espero que encuentres al amor de tu vida.

Esperé una respuesta, esperé que me dijera: tú lo eres, pero esto no salió bien, pero no dijo nada, y yo seguí.

—Sabes, realmente no quiero que te hagan lo que tú me hiciste a mí.

—Pero no fue mi culpa.

Lo vi y seguí caminando. ¿De quién carajos era la culpa? Somos responsables de nuestras propias acciones, y él no lo entendía. Solo en ese momento me di cuenta de que el amor de mi vida era solo un chico de papel. No tenía profundidad, era todo lo que se veía, era una superficie plana que se creía especial, como lo hacen todas las superficies planas.

—No eres una buena persona.

Aquí comenzamos a gritarnos.

— ¿Por qué? ¿Por qué no hago lo que tú quieres?

— ¡¡No!! No lo entenderás. ¿Sabes cuál es el problema?

— ¡¡Sí, lo sé, que tú me amas!!

—Exacto, y tú no.

—Yo te amaba.

Me detuve, quería que dijese que sí lo hacía.

—Sí, ya no te amo. ¿Y sabes por qué? Dejaste de ser divertida, te volviste aburrida y todo esto empezó a ser monótono. El viernes yo estaba pensando que no podía amar a una persona que se pone mal por todo lo que le digo.

—Vete.

Él me iba a dar un abrazo pero yo lo empujé.

—Quiero que salgas de mi vida. 

Y ambos tomamos caminos distintos.


La distancia más largaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora