CAPITULO 8

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Intenté buscar a alguien a mi alrededor que pudiera pellizcarme, pero seguía sola en mi terraza, la gente seguía caminando por la calle y me entraron ganas de gritar "¡¡Pablo Alborán me sigue!!", me dio la risa ante aquel pensamiento, no debía fliparme tanto, cuando se me pasó el subidón caí en que él fue quien salió corriendo tras aquel beso dejándome allí sola sin importarle lo que yo pudiera pensar o sentir, simplemente desapareció, podría haber venido a buscarme, sabía dónde vivía, pero no lo hizo...
Por un momento noté como si se me parara el pulso y hablé en voz alta "me he mudado...", si Pablo intentaba buscarme no me encontraría... ¡Maldita sea! ¿Por qué me estaba comiendo la cabeza por algo que no tenía sentido? Si realmente hubiera querido habría aparecido al día siguiente en casa y no lo hizo, así que mejor dejar las cosas como están, él es alguien inalcanzable, no podía seguir pensando que vendría a buscarme, tendrá mejores cosas que hacer. Me obligué a apartarlo de mi mente, me levanté y fui a la cocina a pensar qué hacer de cenar.

El día no pudo amanecer mejor, hacía calor, pero nada que no fuera normal un día de agosto. Preparé todo para pasar el día en la playa y en poco más de una hora ya estaba lista. Echaba de menos ir con mis amigas, pero todas estaban con sus parejas, si no era porque seguían de vacaciones, era porque las invitaban a barbacoas y días en piscinas de familiares o amigos de sus novios, petando el grupo de WhatsApp con fotos en las que se ve que lo pasaban en grande, y yo... más sola que la una, todavía no había podido hablar con ninguna sobre lo que pasó con David. Pero bueno, me tenía prohibido pensar en él y no me iba a arruinar el día, así que puse el coche en marcha y me fui a la playa.

Busqué el rincón más apartado, había una zona en la que siempre me gustaba ponerme, no era la típica playa donde para poner la sombrilla tenías que pisar a alguien, la familia más cerca que tenía se encontraba a unos 10 metros, perfecto... relax absoluto, se respiraba paz y el sonido de las gaviotas y las olas eran la canción perfecta para hoy.

Me fui a darme un baño, nadar me hacía sentir tan libre... no sé cuánto estuve metida en el agua, una vez dentro se me olvidaba el tiempo, contaba los minutos dependiendo de las arrugas que tuviera en las manos y ya creo que era el tiempo suficiente porque casi no se distinguían mis huellas dactilares. Me senté en mi toalla mirando al mar, madre mía, qué estampa tan bonita, podría pasarme horas mirando al horizonte. Cogí mi móvil para hacer una foto, quedó una estampa tan bonita que decidí subirla a Instagram... me tumbé al sol mientras leía uno de mis libros de poemas favoritos, "Todos mis futuros son contigo" de Marwan.

Al cabo de un par de horas, de leerme casi el libro entero, volverme varias veces y ponerme crema para no acabar con el color de una langosta, me metí bajo la sombrilla para comer. Acababa de abrir mi tupper cuando de pronto escucho que alguien me habla detrás de mí.

-Que aproveche.

Casi se me cae la comida al reconocer aquella voz, no pude articular palabra, solo lo miré, ahí embobada como si acabara de ver un fantasma.

-¿Te asusté? Lo siento...

-No, simplemente que no te esperaba...

-¿Te importa si me siento contigo?

– Emmm no, no... ponte donde quieras, la playa es libre. –No quería parecer antipática, pero tampoco quería que viera que me estaba muriendo por dentro de la alegría de volver a verlo.

-No te quiero molestar, si lo prefieres puedo ponerme más lejos.

-No, está bien... ya te digo que puedes ponerte donde quieras. –En realidad quería decirle que si quería podía ponerse incluso sobre mi toalla, esa idea me hizo gracia, pero intenté no sonreír. Miré mi tupper abierto y sin pensarlo le ofrecí. – Iba a comer, ¿quieres? – eso a lo mejor era ser demasiado amable, tampoco quería ser borde, que ¿se fue sin dar explicaciones después de besarme? Sí, pero tampoco iba a reprocharle nada.

CUANDO TE ALEJASWhere stories live. Discover now