Miré de reojo a Mónica. Ella también me miraba, tal y como sospechaba, así que fruncí el ceño.
—Qué.
—Te miro.
—¡Por qué! —refunfuñé.
Estaba de mal humor porque no había podido ir al pueblo ese, aunque claro, no culpaba a la señora Lucy por haberse muerto y tener que haber ido a su velatorio y entierro, culpaba al trabajo que estaba haciendo con el grupo de odiosos.
—Sabes que aunque eres odioso, tienes algo así como buena energía.
Resoplé.
—¿Crees en esas cosas raras?
—Ay. ¿No te ha pasado que ves a alguien y de inmediato te cae mal? Como si no estuviera a tu misma frecuencia o te repeliera. ¿O como en mi caso ahora, que alguien te agrada a primera?
—Mmm... Pues sabrás que no es mutuo.
Pareció molestarse un poco y se reacomodó en su silla para seguir escribiendo.
—Parece que después de todo, el viernes no te fue muy bien —atacó con cierta felicidad.
Arqueé una ceja.
—¿Te importa?
—Aah —habló Mario, volteando a ver desde la computadora—, ¿te la ligaste como dijiste?
—Ya no volviste —agregó Mónica a modo de reclamo.
—No te creía capaz —dijo Jesús—, creí que tu madre te había enseñado al menos a respetar...
—No me vengas con tus cosas religiosas. No me conoces además.
Guardaron silencio y ya no volvieron a tocar el tema luego. Hubo silencio y tranquilidad hasta que mi móvil sonó.
—Alexander —habló alguna de las de la congregación religiosa—, tu mamá Carmen se nos ha puesto mal... —Se me formó un nudo en el estómago por la preocupación.
—¿Qué le pasó? Hable.
—No sabemos bien, solo está débil. Creí que ya te habían avisado. Pero ya llamamos a un médico...
—Qué médico ni nada, voy para allá.
—Pero... —Colgué.
—Maldición —susurré. Me puse de pie con prisa—. Acabarán ese trabajo sin mí.
—¿Qué?
Fui por mi mochila.
—Oye, ¿qué pasa?
—Mi madre está mal. Si quieren no me pongan en el grupo, pero debo irme.
Mónica corrió a la puerta y le quitó algunos seguros para abrirla.
—No te preocupes, no dejaré que te saquen —aseguró.
Asentí en agradecimiento y salí.
Fui corriendo para llegar al paradero de los buses que llebavan a ese otro lugar apartado de la civilización en donde les gustaba hacer sus estúpidos retiros o paseos religiosos.
El camino de más de cuarenta minutos se me hizo eterno por la preocupación. Algo me decía que debí haber hecho que no fueran, sabiendo cómo eran esos lugares, sabiendo que estaba la bruja tía esa. Si era tan unida a Eliza, debí haber pensado que podrían atacar por ese lado, quizá le había hecho alguna cosa. Resoplé exasperado. No dejaba de cometer estupidez tras otra.
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Y líbranos del mal
ÜbernatürlichesDespierta, los ángeles y demonios no son hombres sexys sedientos de amor. No vas a querer toparte con ellos. Sí, me refiero a ambos. "Quizá fue un sueño... Pero desde que sucedió, aquel gato negro no deja de seguirme..." El bien y el mal, presentes...