18: Mala presencia

7.8K 761 241
                                    

Al llegar a casa, encontré a mi prima en el sofá, acariciando al gato que reposaba a su lado. Fruncí el ceño. ¿Acaso había estado todo el día? ¿Qué quería? Y el puto gato otra vez metido en la casa.

—Ja, vaya, has estado todo el día —solté.

—Estuve con tu mamá, acompañándola como en los viejos tiempos.

—Ni que hubiera sido hace mucho. —Dejé caer la mochila en el mueble frente a ella y me senté—. Bueno, masomenos, desde que te casaste con el iluso —me burlé mientras sacaba mi agenda para revisar la nota de la directora.

—¿Celoso? —preguntó con una media sonrisa.

—¡Ja! Nah, solo me da pena él. ¿Sabe lo que hemos hecho?

Su rostro cambió a molestia.

—Ya te crees muy listo, ¿no? Chibolo.

—No pareció que pensaras eso de mí las veces en las...

—Ay, Alex —interrumpió mi mamá saliendo de la cocina—, ya mismo te sirvo el almuerzo. —Volvió a la cocina.

—Infantil, egocéntrico —susurró Eliza—. Pero bueno, debo admitir que tienes algo, ya veo que no soy la única mujer mayor que tú que te busca.

Eso me sorprendió un poco.

—¿Qué?

—Ya está servido —avisó mamá.

—Ya, gracias. De aquí vo...

—¡Pasa antes de que se enfríe!

—Yaa, ya. —Me puse de pie tras suspirar.

—Yo ya me voy, tía Carmen, gracias.

—Ay, hijita, ya, que te vaya bien. Alex, acompáñala a tomar su bus.

Mi boca cayó abierta.

—¿No que la comida se enfría?

—¡Anda!

Eliza le acarició la cabeza al gato y este ronroneó. Arqueé una ceja, ese sí que era un convenenciero hipócrita.

—Eres tan adorable —lo mimó al pulgoso—. No pareces un gato, eres muy listo, cosito lindo. —Rodé los ojos.

Salió y tuve que acompañarla a la avenida. Cuando llegó el bus, me abrazó como pudo, pues su panza era enorme, y me manoseó más de la cuenta también. La aparté de forma disimulada y aclarando mi garganta. Me abusaban como a mujer, quizá Joel tenía razón.

—Cuídate.

—Seh...

—No, en serio, cuídate. —Subió al bus.

Me encogí de hombros, el embarazo seguro la había conscientizado.

Caminé de regreso y me espanté al ver a un perro negro. Se me hizo conocido, y sin duda lo era porque se acercó moviendo la cola, era el que encontré afuera de la casona. Me olfateó, dejó que le diera unas palmadas suaves en la cabeza y se fue.

Bichos raros estos, primero Lucero y ahora este.

Ese mismo día, Eliza dio a luz. Mi madre fue a verla, pero a mí no me interesó. Sin duda había estado ya embarazada antes de la boda, de seguro casi cuatro meses.

***

Llegó el viernes. Prácticamente podía vivir tranquilo sabiendo que Gato era lo bastante fuerte como para no preocuparme por Diane la loca. De seguro era el más fuerte de la ciudad, aunque debía seguir avanzando, pero ya luego sería. Tampoco quería que quizá se me saliera de control el asunto.

Y líbranos del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora