Me fijé en él apenas entró al aula aquel día, el primer día de clases. Todo lo contrario a lo que una espera encontrar entre los estudiantes de medicina. Fresco y de mirada altanera, como si fuera el dueño del mundo. Alto, de apariencia fuerte, con esa aura de misterio oscuro que era incluso "sexy", y que amenazaba distraerme de mi precioso motivo, el estar ahí para ser la mejor, para demostrarle muchas cosas a mi padre, para salir de su sombra. Una perdición, el mismo destino poniéndome a prueba, el mismo destino diciéndome que no. Así que cuando quise hacerle frente por jactarse de su inteligencia y opacar a todos...
—Idiota. No me interesa quién mierda haya ingresado en qué puesto y cómo. Yo hago lo que quiero y si opaco a todos, lo haré, me importa un carajo así que no jodas.
Era un infeliz grosero.
—¿Con esa boca besas a tu madre, mal educado?
—No, pero sí a las chicas, y adivina, les gusta. —Me guiñó un ojo y continuó su camino con todo ese garbo que le caracterizaba, a pesar de parecer una escoria de persona, me había hecho ruborizar.
Pero el pasar de los días solo me sirvieron para darme cuenta de que él no sólo ocultaba mi perdición, sino que también ocultaba dolor. Un dolor que no iba a mostrárselo a nadie, un dolor que incluso él mismo se lo prohibía sentir.
Lo llegué a sospechar mientras bailaba con él, luego de que le obligase, cuando quise indagar y hablé demás, mencionando que seguramente una chica lo había dejado. La sonrisa se le esfumó y solo me clavó esa intensa mirada que tenía. Había arruinado lo poco que había logrado.
Si hubiera sido de esos típicos chicos malos yo hubiera terminado alejándome sin problemas, pero él no lo era, estar cerca de él me llenaba de una extraña paz, una que no había sentido. La esencia que desprendía era todo lo contrario a lo que él quería o aparentaba ser. Me atraía como un imán.
No podía ser mala persona, hacía saber enseguida con su actitud y postura que defendería con su propia vida a quienes amaba, y le molestaban demasiado las injusticias. Si algo pasaba, él no dudaba en intervenir.
Me sorprendí a mí misma en diversas ocasiones acercándome a él más de lo que debía. Admirando su perfil, perdiéndome en su intensa mirada de ojos cafés mientras le curaba, en su sonrisa, grabando en mi mente sus detalles como su mentón apenas partido, algo que se notaba si lo miraba detenidamente, y cada vez que pellizcaba mi mejilla para molestarme... Cuando mostraba su lado dulce, aunque fueran solo segundos, no podía evitar enamorarme más. Sin embargo, su frialdad era un muro impenetrable que me hería cada vez que intentaba cruzarlo...
Había sido tan duro conmigo en un par de ocasiones, a veces era un verdadero desconsiderado. Pero cuando caí mal del corazón él pareció realmente preocupado, además ahí fue cuando vi que él podía ser más diferente de lo que yo había imaginado. Llegué a recordar esos cursis libros de adolescentes sobre ángeles en la tierra, sexys y oscuros, pero claro que la fantasía estaba lejos de la realidad. Y por supuesto él insistió en que yo solo había alucinado.
—¿Cómo puede gustarte ese imbécil arrogante? —Me había recriminado Mario.
Sí, era algo tonto de mi parte tal vez, pero quería gustarle, por lo más mínimo que fuera, incluso el dato de saber que le atraían mujeres un par de años mayores que él, lo había usado para insinuarle que yo también era una opción.
—Él estaba enamorado de una mujer, pero creo que ella murió... —Las palabras de su madre me habían dejado fría.
¿Cómo olvidar a alguien que no te dejó por falta de amor, sino por falta de tiempo en este mundo?
¿Cómo olvidar un amor que, se suponía, no iba a acabar?
No pude convencerlo de que podía darse una nueva oportunidad. Ni siquiera con un beso que vino del fondo de mi alma. Estaba roto y yo quería recoger sus piezas, no iba a permitir que volvieran a lastimarlo, aunque él insistiera en ya no tener sentimientos ni corazón para que le rompieran, yo sabía que ahí estaba.
ESTÁS LEYENDO
Y líbranos del mal
ParanormalDespierta, los ángeles y demonios no son hombres sexys sedientos de amor. No vas a querer toparte con ellos. Sí, me refiero a ambos. "Quizá fue un sueño... Pero desde que sucedió, aquel gato negro no deja de seguirme..." El bien y el mal, presentes...