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Después de quince minutos buscando la zona de las cabañas, me rindo y me siento sobre un tronco cortado que hay a mitad del camino. El campamento no es excesivamente grande, pero me he debido desviar en el momento equivocado cuando venía desde el comedor, así que he acabado en algún lugar en medio del bosque que señala los límites de la zona. No tengo más remedio que esperar a que alguien venga a buscarme aunque, con mi suerte, quizás ni siquiera se han dado cuenta de que no estoy.

No hemos pasado ni un solo día entero aquí y ya se han reído de mí, nuevo récord, Lydia. Y todo gracias al imbécil de Stiles, que, como todos lo adoran y lo idolatran, ha conseguido dejarme en ridículo sin perder la sonrisa. Las lágrimas que he derramado antes han desaparecido por completo, al igual que las ganas de gritarle y golpearle por haberse comportado como lo ha hecho. Ahora solo siento rabia y frustración por haber dejado que alguien cause tanta influencia en mí hasta el punto de que tenga que salir corriendo para que no me vean llorar.

La escena del comedor se repite una y otra vez en mi mente mientras arranco trozos de corteza seca del tronco sin darme cuenta de que lo estoy haciendo. Si no me entrara la ansiedad cuando me convierto en el centro de atención, seguramente no me habría quedado paralizada con toda la comida y la salsa por encima y, por lo tanto, habría podido reaccionar rápidamente. Nadie se habría fijado en mi torpeza y ahora no estarían pensando que soy patética. Porque sí, sé que eso es lo que piensa la mayoría de gente cuando me ve hacer alguna de mis tonterías. Por ese motivo he construido a lo largo de los años un muro a mi alrededor que me permite encerrarme conmigo misma en su acogedor interior, y, de esta forma, nadie puede conocer cómo soy realmente.

Escucho unas pisadas sobre el camino de tierra y alzo la vista para mirar quién se acerca. Es Malia, la chica de mi cabaña a la que he ayudado a subir la maleta a la cama y que no para de sonreír, como ahora mismo. Llega hasta mí y se sienta a mi lado sobre el tronco cortado. Ninguna dice nada, así que me retuerzo incómoda sobre mi sitio, como si eso pudiera rellenar el silencio que hay entre nosotras.

-¿Estás bien? -pregunta ella al fin.

Me giro un poco para mirarla y asiento levemente. No sé si de verdad le interesa saberlo o si lo pregunta por pura educación, pero le contesto igualmente.

-Sí, gracias. No ha sido nada, de verdad -contesto. La primera parte es más o menos cierta. La segunda, una completa mentira.

Malia estudia mi cara, supongo que para averiguar si estoy diciendo la verdad o no, pero si no está satisfecha con mi respuesta, no lo demuestra de ningún modo.

-Ya sé que no ha sido de la mejor forma -me explica, -pero acabas de conocer a Stiles Stilinski. No sé si has oído hablar de él.

Suelto un bufido y sonrío irónicamente.

-Créeme, lo he hecho, y ya me he enterado de lo que ocurrió el año pasado.

-Vaya, eres nueva y ya conoces el episodio de la monitora. No pierdes el tiempo, ¿eh? -Malia me sonríe y, por primera vez, puedo ver que se trata de una sonrisa genuina.

-Los de mi mesa estaban hablando de eso antes de que me cayera una lluvia de comida encima -me encojo de hombros.

-Sí, te he visto sentada con Izz y los otros. La chica que llevaba el pintalabios de color rojo se llama Maddy. Izz es bastante simpática, pero Maddy no, así que mi más valioso consejo es que no te juntes mucho con ella. Seguro que ha dicho algo como que Stiles siempre se sale con la suya, ¿verdad?

Asiento enérgicamente.

-Me lo imaginaba -comenta Malia. -¿Sabes? Maddy hace como que no puede creer que todas las chicas vayan detrás de Stiles, pero ella es la primera que se metería en la cama con él si tuviera la oportunidad. El problema es que Stiles pasa de ella, y eso la pone negra.

This is our summer || Stydia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora