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La luz se cuela por las rendijas de las persianas de la habitación y cae pesada sobre mis párpados, obligándome a enterrar la cabeza en la almohada. Cuando lo hago, el perfume que me envuelve es uno que se ha convertido en mi favorito durante las últimas semanas, uno que no me importaría me persiguiese durante el resto de mi vida. Huele a miel de la forma más suave, pero también a deseo, sudor, lujuria, y más cosas de las que solo nosotros y las paredes de esta habitación somos testigos.

Sonrío sin poder evitarlo contra la almohada al recordar lo ocurrido la noche anterior y giro la cabeza para mirar al chico que está dormido a mi lado, ajeno a la luz que me ha despertado. Me tomo la libertad de observar su rostro; sus labios formando un puchero casi imperceptible a la vista y una mínima arruga en la frente, lo que indica que está soñando. Sus mejillas están deliciosamente coloradas, y la piel bajo sus pómulos y alrededor de su boca está decorada con lunares de diferentes tamaños que recorro de uno en uno con la yema de mi dedo, con muchísimo cuidado de no despertarlo.

Mi vista se dirige hacia abajo a lo largo de su cuello y su pecho, el resto de su cuerpo perdiéndose bajo las sábanas de la cama. Intento no centrarme únicamente en el hecho de que estamos completamente desnudos, nuestras piernas entrelazadas y nuestras respiraciones complementadas, de modo que su pecho sube cuando el mío baja. Impulsada por unas ganas repentinas de estar todavía más cerca de Stiles, acerco mis labios a su hombro y los poso suavemente sobre su piel. En cuanto lo hago, los detalles de lo que ha pasado hace tan solo un rato me empiezan a asaltar.

Me duelen partes del cuerpo que jamás pensé llegaría a notar de esta manera. Siento una especie de agujas clavándose en mis músculos cuando los tenso, y recuerdo cómo anoche pensé que mi cuerpo no lo aguantaría más y acabaría por romperse con cada nuevo movimiento. Pero no fue así. Y tampoco fue así la segunda vez que lo hicimos, más lentamente que la anterior pero también más agresiva, más feroz. 

Unas horas después, estábamos tumbados en la cama, igual que en estos momentos, pero Stiles estaba despierto. No hablábamos, simplemente nos mirábamos a los ojos porque esa parecía la única forma de decirnos todo lo que nos queríamos decir. Stiles me repasaba la forma de la cara con sus dedos mientras yo no despegaba la mirada de él. Luego trasladó sus caricias a mi cuello, a mi hombro y a mi brazo desnudo, y yo solo me dejaba llevar bajo su tacto. En seguida, su mano se perdió por debajo de la sábana para alcanzar lugares que me hicieron estremecer por infinita vez en una noche.

Con el pecho ardiendo y el corazón a punto de salírseme por la garganta, me senté encima de él para mirarlo desde arriba. Todavía me tomé unos segundos para tranquilizarme y calmar mi respiración porque, incluso después de todo lo que habíamos hecho, aún estaba nerviosa. Ni siquiera ahora creo que pueda estar delante de Stiles y no ponerme nerviosa bajo su mirada; pero es un nerviosismo sano, de ese que sientes cuando estás a gusto y lo único que quieres es sonreír hasta que te duela la cara. Así que eso hice: le sonreí a la vez que él me acariciaba la cintura y me devolvía el gesto desde su posición tumbado en la cama.

Lentamente, me acerqué a su boca y dejé que mi pelo cayera a ambos lados de mi cara hasta que las puntas rozaron sus mejillas y formaron una especie de cascada a nuestro alrededor. Lo sentí sonreír contra mi boca mientras me besaba, y yo pasé de estar sentada encima a tumbarme sobre él cuan largo era. Rodamos sobre la cama una, dos, diez, veinte veces, no lo sé; perdí la cuenta cuando sus labios pasaron a mi cuello, a mi clavícula y a mi pecho, a mi vientre y a mis muslos. Antes de poder evitarlo, Stiles volvía a estar entre mis piernas para una tercera ronda y yo sentí una sensación indescriptible de euforia apoderarse de mi cuerpo. Estaba cansada, pero eso no podía importarme menos. Ni siquiera me esforcé por contener mis gemidos, que esta vez huían de mi boca contra la suya sin piedad.

This is our summer || Stydia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora