Escena 2. Soñando.

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Isabelle Lebais

Mar salió del vestuario atándose mecánica­mente los botones de su uniforme, que se ajustaba perfectamente a las curvas de su cuerpo, no le gustaba ir tan ajustada pero era política de la empresa y ya estaba acos­tumbrada después de tres años poniéndose todos los días el mismo modelito.

Con verdadera destreza recogió su bonita melena mo­rena en una coleta alta que dejaba al descubierto una cara bonita y agradable donde destacaban unos hermo­sos ojos verdes, a pesar de no llevar apenas maquillaje. Estaba muy guapa al natural.

Su mirada estaba perdida en sus propios pensamien­tos, recordaba lo ocurrido hacía apenas una hora cuando después de ver salir a Brigitte subió a la casa de Andrés.

Allí estaba, en su cama profundamente dormido, se quedó mirándolo, era una escena tantas veces soñada que no pudo evitar tumbarse a su lado, hacerla realidad aunque sólo fuese a medias y despertarse a su lado. Eso fue lo que hizo.

Con sumo cuidado se metió en la cama y se colocó frente a él, oía su acompasada respiración, estaba tan guapo, siempre se lo había parecido, desde la primera vez que lo vio entrar para pedir trabajo.

Alto, delgado, apolíneo, pelo oscuro y rizado que do­minaba pasándose la mano de vez en cuando para apar­tar un rizo rebelde que parecía tener vida propia, pero lo que más llamaba la atención era su sonrisa, una son­risa sincera y amable enmarcada por unos ojos claros preciosos de un color indeterminado y tan expresivos que también sonreían.

Mar quedó prendada de aquella visión y pese a que trabajaban juntos y eran los mejores amigos, nunca llegó a decirle lo que verdaderamente sentía por él, se limitaba a soñar despierta momentos como el que estaba viviendo ahora.

No pudo resistir pasar su mano suavemente por su cara, ese óvalo perfecto, llegar hasta su mentón y acari­ciar su incipiente barba.

Él se revolvió y ella apartó su mano rápidamente para que no se despertase y en ese movimiento él se acercó más a su cara, sentía su aliento en la mejilla. Mar cerró los ojos para guardar esa sensación y no pudo evi­tar darle un beso en los labios, solo un pequeño roce pero tan anhelado y deseado que aún ahora al recordarlo un escalofrío recorrió su cuerpo y la hizo volver a la realidad.

Lo había perdido, había perdido toda posibilidad de que él la mirase como algo más que una amiga desde que apareció aquella mujer en sus vidas. Tenía que seguir a su lado, habían pasado mucho juntos, miles de horas de trabajo y confidencias, la muerte de su madre fue un trago muy amargo y no se había separado de su lado. Ante todo era su mejor amigo y la necesitaba.

Instintivamente volvió su cabeza buscándolo, es­taba tan guapo con el uniforme que no se cansaba de mi­rarlo, el pantalón marcaba su musculado cuerpo que debía ser genético, no por el ejercicio que hacía ya que los horarios no se lo permitían.

Lo vio acercarse a una mesa y hablar con un hom­bre.No pudo dejar de mirar, había algo extraño y preocu­pante en aquella escena, sulenguaje corporal tan estu­diado por Mar, la alertó de que algo no iba bien...

El peligro de amarWhere stories live. Discover now