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Inhaló profundamente, aún con los ojos cerrados. Ese tipo de respiración que se toma para encarar algo, para tomar fuerzas. Y así fue, se levantó con la predisposición de arrancar bien su próximo y último año escolar.

El banquete había sido excelente, extraño, pero excelente al fin. McGonagall, como la nueva directora de Hogwarts, había dado el discurso de bienvenida. Se habían seleccionado a los niños de primer año para sus casas y la comida había sido deliciosa. Pero ahora, comenzaba el trabajo. En unas horas las primeras clases del año darían comienzo y se necesitaba estar bien preparado y con buenos ánimos.

Hermione, la chica de Gryffindor que había regresado, bajó junto a su amiga Ginny, ahora compañera de curso, a desayunar. Saludaron a Luna y se fueron a sentar a la mesa que les correspondía. Ambas desayunaron muy bien, Ginny sin tanta felicidad como su amiga pero de todas formas disfrutó de la comida. Se habían levantado con bastante tiempo de anticipación, todo por culpa de Hermione, claro. Por esa misma razón, el comedor no estaba completamente lleno de gente, la mayoría seguía durmiendo. Pero, por supuesto, ese era uno de los pocos privilegios de no ser amiga de una persona como Hermione Granger.

Dio un largo suspiro, preguntándose cuánto faltaría para que sea de noche y poder volver a su cama. Aún cuando ni siquiera se había levantado. Era de esos suspiros de resignación, de fastidio. Estaba decidido a pasarla mal, y aunque no lo quisiera no podía evitar sentirse así.

A pesar de que la comida había estado excelente, como cada año, él no había probado mucho de su plato y por lo visto, el desayuno lo dejaría intacto. Se cambió con suma resignación y bajó para desayunar. Gracias a Merlín el Gran Comedor estaba bastante vacío. No pensaba cambiar de actitud con respecto a sus nuevos compañeros de curso. No le importaba que fueran Slytherins como él. Había empezado a odiar tanto a su casa como alguna vez había odiado a Potter y a sus amigos.

Sin embargo, la mesa de su casa estaba ocupada por un par de alumnos así que trató de sentarse donde más lejos pudiera estar de ellos. No sabía que hacía allí, ya que no tenía hambre ni intenciones de cambiar esa cuestión, pero sus pies y la costumbre lo habían arrastrado hasta allí. Tomó una manzana verde y cuando estaba por dar un segundo mordisco, levantó la vista.

Dos mesas más adelante, estaba sentada riendo a carcajadas con su mejor amiga, la pelirroja. Estaba radiante, se la veía realmente feliz. Ni siquiera daba la impresión de alguien que recién se levantaba.

Se la quedó observando por unos largos segundos más y comenzó a sentir cierta envidia. Envidia porque ella sí estaba disfrutando realmente de todo eso, no estaba mintiendo. No importaba que ni Weasley ni Potter estuvieran allí. De verdad estaba feliz y él no. No lo entendía, pero era más fuerte que él. Odiaba haber vuelto y todavía era muy pronto para recapacitar sobre el asunto y estar de acuerdo con sus padres, así que planeaba seguir enojado bastante tiempo más.

Cuando estaba a punto de dejar de mirarla, Granger se dio vuelta y de nuevo se encontró con esos ojos marrones que tanto le gustaban. Se puso nervioso como nunca lo había hecho cuando una chica lo miraba, bajó la vista casi al instante rogando de que ella no se haya dado cuenta de nada, la manzana casi se le cae y antes de que pudiera notarse algún tipo de sonrojo en la cara, se paró y se marchó aún con la manzana en la mano.

Sintió un gran alivio de que su amiga estuviese, aparentemente, concentradísima en su plato. Aunque a juzgar por su expresión, parecía más bien estar durmiendo con los ojos abiertos. Para suerte de Hermione, no había visto toda esa situación y ella se vio libre de seguir a Malfoy con la mirada mientras se retiraba del Gran Comedor. Se quedó observando un tiempo más a la puerta, tratando de disimular. Volvió a mirar su plato, ya sin ganas de terminar con él. Lo apartó y comenzó a observar por décima quinta vez sus nuevos horarios. Ginny seguía durmiendo tal y como lo hacen los peces. Hermione suspiró y le dijo elevando un tanto el tono de voz y acercándose más al oído de la pelirroja:

Nunca Lo Hubiese ImaginadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora