10

7.3K 434 127
                                    

Sintiendo como todo su interior se desmoronaba, Hermione se dejó caer en el piso. Sus piernas temblaban así que sólo las ayudó para que tocaran el suelo un poco más rápido. Apoyó una mano en el piso frío de piedra y se llevó la otra a su cara. No supo cuándo ni cómo hizo para llegar hasta la pared, pero de un momento a otro tenía su espalda apoyada contra el muro. Se abrazó a su cuerpo, como si eso fuese a evitar el dolor que sentía en ese momento. Sentía que estaba a punto de romperse y ese gesto fue un acto inconsciente para evitar esa sensación. Hermione permitió que las lágrimas salieran de sus ojos. Era estúpido tratar de seguir ocultándolo. Estaba triste. Realmente triste. Tenía ganas de llorar y no pensaba reprimirlas. Sabía que eso no arreglaría la situación, pero simplemente no podía evitarlo. Ni quería hacerlo.

Nunca se había sentido tan mal, tan culpable, tan sola, tan miserable. Ni siquiera cuando Ron la dejó en el medio de la búsqueda de los horcruxes junto a Harry. Ni siquiera cuando tuvo que abandonar su casa y cambiarles los recuerdos a sus padres. Y lo peor era que estaba así por sus propias acciones. Era completamente su culpa. No podría decir que Draco le había dicho tal cosa, que Draco la había hecho sentir mal, que Draco la había insultado, que Draco esto o lo otro. Esta vez todo era al revés. Había sido ella la que lo había hecho sentir mal, la que lo había insultado. Era ella la que había hecho todo eso con él.

Y ahora Malfoy nunca la escucharía. No la perdonaría jamás, pero lo que más le dolía a Hermione era que él tenía el derecho a odiarla, a no quererla más. Se quedó allí, vaya uno a saber cuánto tiempo. Ya no le importaba si alguien la atrapaba fuera de la cama a esas horas de la noche. Lo único que deseaba era que todo eso fuera un sueño. Una pesadilla de la que pronto despertaría como tantas otras noches. Quizás si lo deseaba un poco más fuerte... quizás todo eso se convertiría en un mal sueño.

Se dejó sumergir en el silencio de las mazmorras. En el silencio de la soledad que sentía en ese momento. Y como cualquiera puede imaginarse, el silencio en esos casos no es algo bueno. Las palabras iban y venían en la cabeza de Hermione pero nunca terminaban de salir. El silencio que había en el lugar era como un infierno para ella. Pero por una extraña razón no quería salir de allí.

Llegué a mi habitación y me tumbé en la cama, puse mis manos atrás de la cabeza y cerré los ojos. Quería dejar de pensar. Ni en ella ni en ninguna otra cosa. No lo soportaba más. No sé cuándo pero me quedé dormido. Al otro día me desperté un poco confundido e incómodo. Mis pies estaban apoyados en el piso, no me había acostado del todo. Mis brazos estaban en la misma posición que antes, por ende, estaban entumecidos. Me desperté recordando lo que había soñado pero para cuando me paré decidido a acomodarme el uniforme, ya me había olvidado.

En fin, decidí ir a desayunar. Alisé con un movimiento de mi varita las grandes arrugas que se me habían hecho en la camisa, me puse la corbata de los colores que nos distinguían de las demás casas, me puse el sweater con rayas verdes y plateadas en los puños y en la cintura, me arreglé un poco y salí de la habitación.

Mis compañeros todavía dormían, tal y como los había encontrado anoche, así que traté de ser lo más silencioso que pude. No me caían bien pero ahora soy más considerado.

Llegué al Gran Comedor y estaba prácticamente vacío. Aunque lo único que me importó fue que ella estuviera ahí. Revolviendo la comida que tenía en su plato. Cuando entré no me miró ya que tenía el codo apoyado en la mesa y a su vez su mano libre en su cara. Estaba leyendo el Profeta y sin esperar más me fui a sentar a mi mesa. Me daba miedo que ella se diera vuelta y se diera cuenta de que la estaba mirando, así que traté de irme lo más rápido posible. Me senté en mi lugar de siempre y volví a mirarla. Ahí fue cuando me acordé de mi sueño.

Estábamos en el baño otra vez, pero estábamos hablando como en la Torre de Astronomía y nada terminaba como en la realidad. Yo le decía todo lo que sentía por ella y me desperté cuando estábamos a punto de besarnos.

Nunca Lo Hubiese ImaginadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora